viernes 26 abril, 2024

DESARMAR FICCIONES INÚTILES

Si la realidad se estructura como ficción, ¿cómo podemos transformarla, tanto desde lo subjetivo como en el plano de lo social? El psicoanálisis brinda herramientas para pensar la complejidad del vínculo entre las ficciones y la realidad, entre las fantasías y el deseo. 

Por Emiliano Benito Montelongo |  Ilustración: Fixiones

 

En la novela titulada La anomalía, Hervé Le Tellier propone una ficción que nos enfrenta a una situación por demás extraña: sin explicación aparente, un avión y todos sus tripulantes, que viajaban de París a Nueva York, se han duplicado luego de haber atravesado una feroz tormenta aérea. Exactamente el mismo vuelo llega a destino un 10 de marzo y un 24 de junio. Esto desencadena una serie de debates religiosos, políticos y científicos. La hipótesis más consensuada por los científicos del mundo es la de la simulación: según ellos la vida sería efecto de un programa creado por seres cuya inteligencia sería altamente superior a la humana. Llegados a este punto, algunos se interrogan acerca de cuáles serían las consecuencias para la humanidad de no ser más que el diseño programado por otro. ¿Acaso demostrar que todo es una ficción llevaría necesariamente a una especie de cinismo irremediable?

Uno de los pasajeros del vuelo duplicado es el escritor Victor Miesel. En el desfasaje temporal, entre marzo y junio, ha escrito un libro homónimo al de Hervé Le Tellier y luego se ha suicidado. En junio, su otro yo debate en televisión junto a un filósofo llamado Philomède sobre la hipótesis de la simulación. ¿Qué cambia si somos producto de una simulación? Victor sostiene que no demasiado, que la gente deberá seguir levantándose a trabajar para pagar el alquiler, comer, beber… y podríamos agregar que si uno es un neurótico cuya vida es miserable, ésta lo seguirá siendo, sea ella una simulación o no.


En consonancia, el filósofo afirma: “Estamos dispuestos a deformar la realidad si con ello salvamos lo que está en juego. Queremos respuestas para todo lo que nos angustia, por insignificante que sea, y necesitamos encontrar la manera de pensar el mundo sin poner en entredicho nuestros valores, nuestras emociones, nuestras acciones. Un buen ejemplo es el cambio climático. Hacemos oídos sordos a lo que dicen los científicos. Generamos sin parar carbono virtual o no, y nuestra especie, ya sea virtual o no, se extinguirá tarde o temprano. Nada cambia. Los ricos confían, absurdamente, en  salvarse ellos solos, mientras los demás se limitan a esperar.”

 

La ficción y la realidad en el psicoanálisis

Cómo se estructura la realidad es un tema crucial para el psicoanálisis. Ha dado lugar a teorías sobre las leyes y principios que gobiernan el aparato psíquico, y también ha sido el centro de lo que implicó el cambio de estatuto del trauma, puesto que se debió pasar de la idea de que una persona se enfermaba por haber padecido una situación traumática a la idea de que lo que enferma es el lenguaje. Se puede acordar que “las relaciones del sujeto con la realidad son siempre precarias”, como sostiene Jacques Lacan. Nunca se tiene una relación objetiva y estable con eso que llamamos “la realidad”.
Se ha realizado un gran esfuerzo por distinguir realidad de lo real –que corresponde a la célebre fórmula del “no hay relación sexual”– , y se relaciona con la incompatibilidad y desproporción que está en el fundamento del malentendido y del malestar en la cultura. Para esto no habrá una fórmula religiosa, medicamentosa, ni matemática que lo resuelva.

Lo real es lo que no anda, afirma Lacan en su Discurso de Roma de 1974, y de esto se ocupa, precisamente, el psicoanálisis. Plantea, de este modo, una oposición entre lo real y el mundo (la realidad) como aquello que sí funciona. Eso que sí funciona, el mundo que sigue girando todos los días, es a lo que se refieren los personajes de La anomalía cuando afirman que nada cambia si somos o no una simulación: hay que ir a trabajar, hay que pagar las expensas, hay seguir fantaseando con salvarse solo o esperar que llegue, algún día, una salvación externa.

Este planteo acerca la realidad a la ficción y al fantaseo. No son nociones opuestas para el psicoanálisis, sino que van juntas y hacen que el mundo siga girando. Ahora bien, cuando algo irrumpe de forma inesperada, cuando vacilan los cimientos de lo que estructura nuestra realidad, nuestra ficción, se mueven los preconceptos y el sentido común con el que nos manejamos, aparece la angustia, puesto que todo esto está al servicio de velar aquello que no anda: lo real del no hay relación sexual, lo real de la falta de un significante que tenga el Otro para significar nuestra propia muerte.

El psicoanálisis puede permitir, acercando la idea de realidad a la de ficción, desarmar ficciones inútiles y favorecer aquellas que estén en consonancia con el propio deseo. En El seminario 7 Lacan plantea una oposición entre ficción y real, pero lo particular es que aquí ficción no es equivalente a engaño o a mentira. Incluso el psicoanalista afirma que “la verdad tiene estructura de ficción”. Aquí ficción es equivalente a simbólico, a todo lo que pueda articularse de manera significante, a lo que puede decirse.


Siguiendo la lectura del “Proyecto de psicología para neurólogos”, Freud sostiene que “la realidad no es percibida por el hombre, al menos en estado natural, más que bajo una forma profundamente elegida. El hombre tiene que ver con trozos escogidos de realidad”. De este modo establece la dimensión subjetiva que existe en la relación entre un sujeto y su realidad, destacando que no se trata de una cuestión natural ni objetiva, sino que siempre se realiza una elección, escogiendo determinados fragmentos, y excluyendo otros, para armar el mundo propio. 

También en sus “Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico”, Freud afirma que la primera relación que establece el sujeto con el exterior y con el otro tiene una particularidad. En la estructuración del aparato psíquico, primero se establece una distinción entre lo que pertenecería al sujeto y lo que vendría del otro: una primera diferenciación entre el yo y un no-yo. Pero no es una relación objetiva, puesto que la primera ley que gobierna el aparato es la del principio del placer: el aparato psíquico busca obtener placer, bajando las cargas de excitación cuando son elevadas, aun así, tenga que alucinar un objeto para hacerlo.

En esta instancia, todo lo que cause placer va a ser considerado como parte del yo, como perteneciente al sujeto. Aquí no existe ninguna relación objetiva con la realidad, puesto que algo que puede dar placer, como el pecho materno, es considerado como parte del sujeto. En el mismo sentido, lo primero que se ubicará como externo, como no perteneciente al yo, será todo lo que cause displacer. Es decir que se construirá como primer exterior algo que puede pertenecer al sujeto, como las sensaciones propioceptivas, las sensaciones del propio cuerpo que producen malestar, por ejemplo, el hambre.

Estos textos de Freud y Lacan son trabajados detalladamente por Jacques Alain Miller en “Causa y Consentimiento”. A su vez, esto primero que se expulsa y alrededor de lo cual se construirá toda la subjetividad es lo que ya había desarrollado anteriormente en su curso denominado “Extimidad”, haciendo referencia a eso que es a la vez lo más extraño y lo más íntimo de un sujeto.

 

Cinismo o transformación


Para Freud, entonces, el principio de realidad, que es aquel que rige y ordena las relaciones del sujeto con la realidad, es secundario y nunca va a reemplazar del todo a ese primer principio del placer, que siempre seguirá operando tras toda construcción que un sujeto se pueda hacer de su mundo. En el mismo sentido se pronuncia en 1924, en su texto “Pérdida de la realidad en la neurosis y psicosis”, donde afirma que en todas las estructuras psíquicas hay delirios. Barre así con el ideal de que el sujeto sano es aquel que capta, acepta y responde a la realidad. Todos somos delirantes: la diferencia está a nivel de los mecanismos puestos en función para hacer frente a aquello intolerable que un sujeto no puede enfrentar y que reemplazará con fantasías o alucinaciones. 

Cabe preguntarse: ¿Este planteo sobre la verdad, cuya estructura es la de la ficción, nos lleva necesariamente a una postura cínica ante la vida y lo político? No es un dato menor que los regímenes fascistas y religiosos del mundo siempre buscaron abolirlo. El psicoanálisis nunca se llevó bien con las ficciones que se pretenden reales e incuestionables. En este sentido, no toda ficción da igual. Incluso, afirmar que la realidad tiene estructura de ficción puede implicar una mayor responsabilidad en el momento de asumir, debatir y argumentar cuáles van a ser las ficciones y enunciados que privilegiaremos por sobre otros.

Podemos pensar en el mismo sentido la interrogación de Lacan respecto al conocido imperativo freudiano “Donde ello era, yo debo advenir” ya que éste implica que el sujeto cuestione “los imperativos a menudo extraños, paradójicos, crueles, que le son propuestos por su experiencia mórbida (…) Su verdadero deber, si puedo expresarme así, ¿no es acaso ir en contra de ese imperativo?”

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