lunes 29 abril, 2024

“ACÁ HAY UN GRAN SEMILLERO DE TALENTOS”

La música une a las personas y también a los grupos sociales, por más que los estereotipos encasillan determinados géneros musicales a determinada clase social, aún hoy pueden verse las influencias recíprocas así como las interpretaciones de los estilos musicales que van dejando su huella”. En esta oportunidad, el Festival de Ópera Villera (FOV) que tuvo lugar en la Ciudad de Buenos Aires del 4 al 12 de noviembre, ha demostrado por tercer año consecutivo que en los barrios populares también hay talento y pasión por la música clásica.

 

Por Carla Effenberger | Fotos: Noelia Pirsic y Alejandro Held

 
 

“Lo mágico de la ópera es que abarca todas las artes. Allí pueden encontrar un taller acorde a su deseo”, contó a Fixiones Mailén Ubiedo Myskow, la música, compositora y productora artística que fundó la Ópera Villera en 2021. El proyecto impulsado por el Centro Artístico Solidario Argentino (CASA) se define como un espacio educativo para adolescentes donde expanden su horizonte cultural y aprenden sobre los oficios que tiene la ópera. El CASA tiene un programa de enseñanza musical hace 13 años en los barrios de Villa Soldati y en Rodolfo Ricciardelli, más conocida como Villa 1-11-14. Los talleres que hacen a la Ópera engloban diseño y vestuario; diseño y realización de escenografía; dibujo; taller de composición musical; taller de teatro y dramaturgia y el de caracterización teatral, es decir, maquillaje y peinado. El resultado de la práctica culmina en el festival.

 

Como indica su título, no se trata de una ópera cualquiera. El concepto de “villero” es retomado y conceptualizado desde un lado positivo; la cosmovisión de la palabra trae la idea de orgullo y no de vergüenza, de dignidad, honra y amor propio, lejos de la concepción habitual peyorativa con que la marca. En eso hizo hincapié Ubiedo Myskow: “nosotros estamos orgullosos de ser lo que somos y de poder llevarlo adelante, de que cada persona se sienta bien con lo que es y que no se avergüence de eso, militamos esa idea en el festival”.

 

La cocina de la Ópera

En una cancha de básquet y handball dentro del Instituto Técnico Nuestra Señora de Fátima en Villa Soldati se cocina a fuego lento la magia, el ensayo previo a la apertura del festival. La luz natural iluminaba las paredes despintadas, los aros y los arcos en cada punta, las líneas de marca dentro del campo de juego. Un semicírculo de sillas de plástico invitaba a los estudiantes, con sus instrumentos y partituras, a dejarse llevar por la música. Mailen y sus colegas docentes se acercaron a afinar los instrumentos de los niños, a chequear que esté todo bien para dar comienzo al ensayo. 

 

Luego de la introducción de Emiliano García Perez, el director de la orquesta, se dio inició a la práctica: alzó sus manos y comenzó a balancear suavemente la batuta. De a poco el espacio se convirtió en un conversatorio, se entretejieron los sonidos de cada instrumento; la entrada y la unión de unos con otros armoniosamente: violines; guitarras; flautas; trompetas; flautines; chelos; glockenspiel; timbales; tambores y teclados. Los chicos se mantuvieron serenos y concentrados la mayor parte del ensayo, algo sorprendente ya que suelen ser muy inquietos. De todos modos, tuvieron un par de momentos en donde las risas pícaras e inocentes se colaron en la práctica, una desprolijidad que refrescó un poco el ambiente. 

 

Además de ser el director musical García Pérez forma parte de la gestión organizativa del festival, es docente dentro del colegio y del proyecto del CASA.  “Cuando vos les preguntas sobre su futuro, no saben qué quieren hacer. La respuesta es ‘no sé, no me imagino que tengo opciones’. La mayoría quiere ser futbolista”, contó en alusión a los adolescentes a los que enseña. “Algunos trabajan, por ejemplo, diez horas en un taller de costura o al mejor trabajo que apuntan es en un Mcdonalds -continuó- para ellos encontrarse con que hay otras posibilidades es una novedad”.  

 

 

La caracterización teatral es otro de los eslabones que hacen a la ópera y al festival. Tamara Pirillo es vestuarista de ópera, diseñadora y forma parte de la semana de la moda y el diseño de Buenos Aires. Es una de las maestras formada en el Teatro Colón. “Aquí trabajamos con donaciones y reciclando cosas, nos las ingeniamos y hacemos las cosas con calidad”, señaló Pirillo, quien confesó haber recibido donaciones de la serie “El amor después del amor” de Fito Paez, gracias a una colega y amiga que estuvo en la dirección de arte de la mega producción audiovisual. A Pirillo le encanta enseñarles a los chicos desde la moda, el cine, el teatro y la música, contó a Fixiones sin ocultar su emoción, mientras observaba a sus alumnos pintar distntos objetos y coser parte del vestuario. Ella sueña con que descubran allí todo su potencial y la superen.

 

“Acá hay un gran semillero de talentos, son muy grosas. Está bueno tener estos lugares y se tendrían que replicar mucho más”, comentó. También habló de las diferencias entre una ópera clásica y la ópera villera: para ella la primera es rígida y tiene un código de vestimenta muy formal, además de un acceso restringido; la ópera de este festival, en cambio, va más allá de eso, es abierta a todo público, enfocada en el disfrute y en la conexión con el arte desde un lado más humano. “ Realmente creo que esto es vanguardia absoluta”, afirmó.  

 

Crear, formar, empoderar

Según Ubiedo Myskow, el festival cuenta con tres líneas importantes: en primer lugar el de creación, es decir, el espacio para los estudiantes no sólo como espectadores, protagonistas, sino como productores de arte, sobre todo en este género. Geraldine Lara es una de sus alumnas modelo. Ingresó al CASA a los 12 años en el barrio Rodolfo Ricciardelli, y hoy está muy cerca de graduarse del Conservatorio Manuel de Falla. Descubrió allí su pasión por la música clásica y el violín, y en esta última edición del festival se animó a componer una micro ópera que fue incluida dentro del repertorio del mismo. “Me abrí a la composición, que es algo que no me lo imaginaba en la vida, ya que lleva toda la creatividad e imaginación, prueba y error”, comentó, todavía sorprendida. Forma parte del CASA y da clases de iniciación, lo cual para ella es una forma de devolverle a la organización todo lo que le dio y ayudar a que los chicos conozcan todo el mundo de la música que es maravilloso y que quizás es algo que está un poco alejado de la realidad del barrio.

 

La segunda línea es la formación de audiencia. La idea de expandirse cada vez más e ir sumando espectadores en el camino con las mismas ganas de disfrutar y de compartir esta experiencia. Por último, está el objetivo de conectar con otros espacios de formación profesional, el vínculo con la comunidad académica. Darle conocimientos a los alumnos sobre dónde pueden formarse, ya sea en la universidad pública, en el Liceo del Teatro Colón o en conservatorios. “Que sepan que todo es gratuito”, señaló Uviedo, quien es consciente de que no todos pueden acceder de igual manera, pero al menos están al tanto de las posibilidades que tienen.

 

El grito del barrio

El domingo 12 de noviembre se realizó la gala lírica de cierre del festival en la parroquia Santa María Madre del Pueblo, ubicada en el barrio Rodolfo Ricciardelli. Como en el ensayo, el escenario fue una cancha de básquet. En el extremo que da a la calle se dispusieron los músicos, ubicados semi circularmente como en las prácticas, en una izquierda y al fondo el coro, y luego seguían todos los músicos, los directores musicales ubicados al frente y los cantantes principales igual. El evento contó con colaboraciones de músicos de primera línea del Teatro Colón y de la Orquesta Sinfónica Nacional. El sonido estuvo a cargo del equipo de Juan “cana” San Martín, que es de los mejores sonidistas del país. 

 

 

La gente del barrio se fue acercando de a poco, algunos curiosos y se ubicaban en los bancos de a grupos con un mate de por medio. También estaban los familiares de los adolescentes y de los invitados de la orquesta, muchos de ellos, emocionados y orgullosos. Fue un espectáculo con un repertorio clásico, pero también con composiciones propias. Algunas de las obras más conocidas fueron Va Pensiero y Libiamo de Giuseppe Verdi y Nessun Dorma de Giacomo Puccini.

 

“Mucha gente no entiende que también hay obras nuevas. A veces se piensa que la ópera es sólo Mozart, Puccini y Verdi, y la realidad es que hay mucho más allá de eso”, comentó Ubiedo Myskow, quien, entre risas, señaló que los adora y seguirán formando parte de su repertorio. No obstante, volvió a remarcar que es un género que se renueva, que es joven y que los barrios también pueden ser productores.

 

El padre Pedro Cannavo, párroco del lugar, sostuvo que el proyecto y el evento es una forma de cultivar la cultura y la música en las almas y corazones de los jóvenes del barrio. “Trabajamos con niños de hasta 18 años, se los acompaña desde el arte, el deporte, la educación tratando de despertar inquietudes y que no estén en las calles”, señaló, y marcó la importancia de la búsqueda de intereses positivos que hagan bien al barrio y que los ayude a desarrollar un autoestima sano. El párroco cree que a través de la música y el arte en todas sus dimensiones también se puede expresar lo que hay adentro, no a través de un grito, no a través de un golpe o un arma, sino a través de la “hermosa violencia de la música, que es un grito también para el barrio, pero un grito sano, que interpela que despierta y que compromete”. 

 

“En el barrio no podés mostrarte débil –expresó el padre Cannavo– sin embargo, en la música sucede y es válido”. Esta idea de libertad, identificación y poder de expresión dentro del arte es la que prima en la producción de los chicos en ópera villera. “Las historias de las óperas son tragedias y lo que se vive acá en el barrio también. Que los chicos a través de la música puedan expresar lo que viven el día a día como una suerte de actualización de estas obras es algo hermoso porque van poniendo sentimientos y se van sacando sus mochilas pesadas”, concluyó el religioso. 

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