jueves 28 marzo, 2024

“NI ESCLAVAS NI EXCLUIDAS”

Natalia Zaracho y María Castillo tienen historias similares: ambas empezaron a trabajar como cartoneras desde muy jóvenes y lograron hacer de su trabajo también una lucha colectiva dentro de la economía popular, con militancia en los movimientos sociales. Zaracho asumirá en diciembre como diputada por el Frente de Todos y Castillo es directora nacional de Economía Popular del Ministerio de Desarrollo Social. Las dos mujeres reclaman mayor participación del sector en el Estado y la necesidad de “repensar cómo repartimos la torta, la concentración de tierra y la organización en los barrios populares”.

Por: Juan Schtivelband Guindi  |  Foto portada: gentileza de las entrevistadas

 

En las últimas décadas, la organización de los movimientos sociales puso en escena la situación de los barrios populares, que luchan por la ampliación de derechos y el reconocimiento estatal. Uno de sus ejes centrales es la preocupación por generar actividades económicas desarrolladas por los propios sectores populares y su participación real dentro del Estado. El armado de las listas para las PASO del Frente de Todos dejó relegado a este sector y los resultados de los comicios, que plasmaron un fuerte crecimiento de la derecha a nivel nacional, mostraron la necesidad de incorporar a más representantes de estas organizaciones al Estado para impulsar una reconstrucción “desde abajo”. 

“Nuestro rol como parte de la sociedad es hacer cumplir el ‘contrato electoral’, marcar lo que falta hacer, porque somos un gran porcentaje de los que votamos a este gobierno y  queremos que se impulse la agenda de la mayoría”, dice a Fixiones Natalia Zaracho, trabajadora de la economía popular, cartonera de la Cooperativa Amanecer de los Cartoneros y militante del Frente Patria Grande, dentro del FdT. A pesar de haber quedado afuera de la lista para estas elecciones, Zaracho asumirá en diciembre como diputada nacional por su lugar en la nómina en los comicios de 2019. Será la primera cartonera en ocupar una banca en el Congreso. 

María Castillo es directora nacional de Economía Popular –organismo dependiente del Ministerio de Desarrollo Social–, pero se define, ante todo, como cartonera. “Ocupar un cargo en el Estado es un reconocimiento a la economía popular. Ser la primera mujer en el cargo de directora nacional de las organizaciones sociales marca un precedente y es gracias a un trabajo y un esfuerzo colectivo. Tiene que ser una conquista que llegó para quedarse, no puede de ninguna manera ser algo excepcional de una elección ni de un gobierno. Llegamos acá para quedarnos y para crecer”, afirma. 

 

“Poner el foco en las necesidades del pueblo”
 

Las luchas de los movimientos sociales se dan en silencio y ante la estigmatización de parte de la sociedad y medios de comunicación. Los trabajadores y trabajadores de este sector saben mejor que nadie cómo organizarse para transformar su realidad y la de quienes los rodean, saben que no existe salida individual. Zaracho nació en Villa Fiorito, Lomas de Zamora, y a los trece años, al calor de la crisis de 2001, tuvo que dejar la escuela. Fue entonces que empezó a trabajar como cartonera y se incorporó a la Cooperativa Amanecer de los Cartoneros. “Los movimientos sociales no emergemos de la nada –cuenta Zaracho–. Nos organizamos a partir de las crisis que vive nuestro sector, a raíz de las lógicas económicas y sociales que tantas veces nos expulsa. Pensamos en todo aquel que tenemos al lado: en el que es un trabajador y quiere ser reconocido como tal; en el que necesita llevar un plato de comida a la casa. Eso es la economía popular para nosotros y nosotras”. 

Castillo empezó a trabajar como cartonera a los 20 años, en el 2000, y tuvo un largo recorrido en el cooperativismo hasta convertirse en referenta del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) en Lomas de Zamora y luego en directora nacional de Economía Popular. Todos esos años de trabajo y de lucha le permiten pensar el Estado y la gestión de una forma distinta: “pongo el foco en que soy trabajadora, cartonera ante todo, porque eso es lo que me marcó el camino y ese camino ha definido las batallas que tuve que ir dando y que fueron marcando mi historia de vida. Eso me ha garantizado un sostén económico, pero además ha sido el lugar dónde sentí pertenencia. Encontré mi lugar y pude aprender mucho de cada cosa que me ha sucedido a lo largo de tantos años”, reflexiona.

El Estado argentino recién empieza a tener algunas coordenadas acerca de la magnitud de la economía popular y de la centralidad que tienen las actividades que se desarrollan en torno al sector, en particular en los sectores vulnerables. En mayo de este año el Ministerio de Desarrollo publicó un informe en el que destacó que 2.093.850 personas se anotaron, entre julio de 2020 y febrero de 2021, en el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP). El trabajo informal, según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicado en julio, aloja a más de 7,2 millones de trabajadores y trabajadoras.

Los movimientos sociales tratan de repensar las lógicas en las que vivimos y luchan hace años por poner en agenda sus preocupaciones. “Poder vivir dignamente”, sintetiza Castillo. “Tener un trabajo, acceso a la educación, a la salud, urbanización de los barrios, transporte”, agrega. Estas organizaciones fueron un actor clave para la realización del Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap), que relevó las villas y asentamientos a lo largo y ancho del país.  El resultado del primer registro, en 2018, mostró que en Argentina existen más de 4400 barrios populares. Tal relevamiento fue el primer paso para poder encarar una política serie de urbanización de estos barrios.  

Hoy en día, y ante la falta de tantas condiciones indispensables, la organización social es la mayor herramienta para mejorar su situación: “pensar colectivamente en las personas que están al lado tuyo es parte de la economía popular. Es mirar alrededor y ver cómo construimos para adelante el bien común, cómo resolvemos con lo poco que tenemos el día a día de nuestros compañeros y compañeras, cómo generar vínculos y convicciones bien claras. Ser parte de algo mucho más grande que una misma”, resume Castillo. Su tarea se da, en suma, de espaldas a los medios de comunicación que, según ella, “no nos han dejado aparecer”, y se refieren al sector “desde la ignorancia, sin saber lo que estamos haciendo”. “Pero nosotros sí sabemos y sabemos cuáles son nuestros objetivos: distribuir y acompañar a todos los compañeros y compañeras que lo necesiten, compartan la necesidad de construir en conjunto. Esas son las bases de los movimientos sociales”, asegura Castillo. 

Zaracho destaca que forman parte de la economía popular “porque necesitamos estar en lugares para discutir, organizarnos, tomar responsabilidades y comprometernos colectivamente”. Más allá del esfuerzo y del enorme tejido que han logrado las organizaciones a lo largo y a lo ancho del país, la futura diputada sostiene que “no tenemos que quedarnos ahí porque sabemos que hay muchos y muchas personas a las que todavía les falta organizarse y salir adelante. Pero para que esto se pueda dar hay que hacerlo con ciertas condiciones mínimas. Una de estas es que a los cartoneros y cartoneras nos reconozcan como trabajadores”.

Frente al escenario actual de crisis económica producto de la pandemia, Zaracho considera que “nuestro sector ya puso gran parte y no puede poner más”. A tono con lo que reclama una parte del FdT, en particular la vinculada a la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, “el Estado tiene que poner el foco donde están las necesidades del pueblo”. Y esto está vinculado a la representación de este sector en la política: “sea cual sea el porcentaje que sale de pobreza mes a mes, es muy claro que falta representaciones de ese número porque detrás de cada número hay una cara, una familia y una historia que no está representada”, afirma Zaracho.

“Esta situación nos tiene que ayudar a repensar cómo repartimos la torta, cómo discutimos la concentración de tierra, cómo vamos a hacer para organizar los barrios populares que están y para planificar nuevos barrios populares, con trabajos garantizados y más derechos para todos los compañeros y compañeras”
Natalia Zaracho
Cartonera
“Ocupar un cargo en el Estado es un reconocimiento a la economía popular. Tiene que ser una conquista que llegó para quedarse, no puede de ninguna manera ser algo excepcional de una elección ni de un gobierno. Llegamos acá para quedarnos y para crecer”
María Castillo
Cartonera
“Ante todo el proyecto colectivo”

La pandemia por Covid-19 dejó evidenciada las principales vulnerabilidades de la sociedad, las situaciones en que viven los sectores sociales más postergados y la deuda política histórica que existe con ellos. Las organizaciones sociales pusieron el cuerpo en los barrios más vulnerables y se convirtieron en una herramienta fundamental para que el Estado llegara a todos y todas. “Durante la pandemia siempre estuvimos ahí, poniendo el cuerpo de este lado de la trinchera”, cuenta Zaracho. Para ella la pandemia “dejó visibilizadas cuáles son las situaciones que vivimos desde hace mucho tiempo y las enormes consecuencias que dejaron las políticas macristas en nuestro país”. 

Más allá de este diagnóstico, Zaracho apunta que es necesario generar propuestas para pensar otra sociedad: “esta situación nos tiene que ayudar a repensar cómo repartimos la torta, cómo discutimos la concentración de tierra, cómo vamos a hacer para organizar los barrios populares que están y para planificar nuevos barrios populares, con trabajos garantizados y más derechos para todos los compañeros y compañeras. Con situaciones así, como las que estamos viviendo, queda más que demostrado que hay muchas lógicas que modificar”. Con esta impronta, un colectivo conformado por sindicatos y organizaciones sociales lanzaron en 2020 el Plan de Desarrollo Humano Integral, que contempla la distribución de tierras, la urbanización de barrios populares, la creación de nuevas ciudades y la generación de millones de puestos de trabajo, entre otras cosas. 

Castillo también hace hincapié en el “rol fundamental” que tuvieron los movimientos sociales durante la pandemia. “Es súper grave que no se reconozca cuánto hicimos, lo que se ha logrado en plena pandemia: compañeros y compañeras saliendo a hacer asistencia de salud, a bancar los comedores, continuar con el reciclado, sabiendo que si se nos caía una compañera había otra que salía a ocupar ese lugar. Prácticamente era rotatorio las 24 horas”, cuenta. Para ella es movilizante recordar “cómo acompañamos a cada persona que pertenecía o no a una organización social para resolver su inconveniente su salud, llevarles un plato de comida o para cualquier cosa que surgiera. Las organizaciones sociales estaban ahí y van a seguir estando”.

Para concluir, completa: “no quiero dejar de mencionar a los y las compañeras que perdimos en el camino por diversas razones y que han sido parte de esta construcción, porque sin ellos ni ellas no estaríamos donde estamos y por eso siempre afirmamos: ‘Ni esclavos ni excluidos, si tocan a uno nos tocan a todos’, no como una frase vacía, sino sabiendo completamente que si yo no cuido a mi compañero no va a haber otro, y que yo sé que mi compañera me está cuidando a mí. Esos son los ideales que tienen las organizaciones sociales: estar siempre para el otro. Esa es la militancia, anteponer ante todo el colectivo”.


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