“ME ENCANTA QUE SE ABRA EL ESPACIO PARA EL ERROR”

En diálogo con Fixiones, la actriz Camila Peralta, de 31 años, repasa su historia desde que llegó a la Ciudad de Buenos Aires desde Balcarce y se fundió en el universo del teatro porteño.

Por Lucía Rosman l Fotos: Fausto Elizalde y Facundo Suárez 

 

¿Cuáles son las dificultades de ser actriz?; ¿Cómo cambia la esencia de una persona el paso por la experiencia actoral?; ¿Es posible vivir del arte hoy en día? La actriz balcarceña Camila Peralta, de 31 años, creció actuando puertas adentro para su familia, hasta que llegó a la Ciudad de Buenos Aires y el anhelo inexorable por subirse a un escenario le dio el envión necesario para llegar a trabajar de lo que ama desde siempre. En conversación con Fixiones, Camila cuenta acerca de la empatía, del deseo ferviente y de los miedos e inseguridades que el arte siempre trae aparejado. “Me interesaba que eran clases en donde no se armaba un espacio solemne de correctitudes, sino todo lo contrario. Había espacio para fallar, para jugar y eso es lo que a mi me interpela”, afirma Camila refiriendose a su formación con Valentina Fernandez de Rosa y nos acerca el teatro como un espacio abierto al error, un terreno en donde contrariamente a la vida real, la falla es parte del juego y de la prueba. 

 

La carrera de Camila dio un salto con su participación en la obra En la piel, escrita por Martin Bontempo y dirigida por Tadeo Pettinari, con más de cuatro años en cartel en La Carpintería en donde tuvo un personaje desafiante y experimental. Más adelante se sumó su protagónico en Pequeña Pamela dirigida por Mariana Chaud y estrenada en el teatro Sarmiento y más luego su incorporación en la experiencia teatral “Los miedos”, dirigida por Alejandro Gigena, la cual le permitió experimentar un nuevo formato como actriz con la improvisación y el juego libre sobre el escenario. En los siguientes meses de 2023 participará en dos obras: Suavecita, de Martin Bontempo, en el teatro Nun, a partir del jueves 1 de junio; y Un tiro cada uno, de Laura Sbadar, Consuelo Iturraspe y Mariana de la Mata, en el teatro Dumont 4040, partir del 5 de julio. 

 

–¿Cuándo te diste cuenta de que te querías dedicar a la actuación? ¿Hubo algún momento bisagra que recuerdes?

Tengo la sensación de que un poco lo supe siempre. De chiquita siempre fui la show woman de la familia, pero me parecía que no se podía hacer eso, me parecía que no existía la posibilidad de que alguien viviera de ser actriz. Entonces cuando me vine a Buenos Aires a estudiar a los 18 años, fue con la excusa de que iba a entrar en la UNA a estudiar Artes Visuales. Se me armaba la idea de que no era una posibilidad decirles a mis viejos que quería estudiar actuación. Cuando empecé a estudiar cine, en paralelo tomé mi primera clase de teatro –en Balcarce nunca había tomado clases, no tenía esa posibilidad–, y ahí dije: “es esto lo que yo quiero hacer”. Nunca se me puso en duda, a pesar de lo difícil que es esta profesión, y que muchas veces hay que tener laburos paralelos. Pero nunca se me puso en duda, el deseo se me presentó de manera muy fuerte, el deseo de yo quiero hacer esto, no me importa cómo, no me importa si me ven tres personas. Necesito hacer esto. 

 

–A partir de tu llegada a CABA y esta primera aproximación con las clases de actuación, ¿cómo continúa ese camino después de esa verdad tan reveladora de la necesidad imperiosa de actuar? 

Cuando llegué a Buenos Aires, me vine a vivir a Palermo. Pero para mi familia era todo un evento. Capital les generaba mucha desconfianza y a mi también. Tenía en mente siempre este deseo de estudiar actuación y, aunque suene ridículo, puse teatro en el buscador de google a ver cuál me quedaba más cerca, y arranqué ahí.  Encontré un lugar que se llamaba El Halcón Peregrino; caí ahí y el profe era un copado. El lugar era puro juego, “vení y divertite” era la regla y eso me encantó. Ahí me armé mi primer grupo de teatro, estuve en esa escuela uno o dos años. Después, también buscando en las cercanías, me encontré con El Excéntrico De La 18. Cuando vi este lugar en internet leí el nombre Cristina Banegas y compré, porque a ella la admiro mucho como actriz y me interesaba tomar clases ahí. Como era chica primero tomé clases con la hija de ella, Valentina Fernandez De Rosa, fue espectacular, full improvisación, vimos algo de texto también, y me enganché al instante. Me interesaba que eran clases en donde no se armaba un espacio solemne de correctitudes, sino todo lo contrario. Había espacio para fallar, para jugar y eso es lo que a mi me interpela. Si fallo estará ahí el docente para orientarme o sugerirme cosas distintas, pero no me copa tener que ir a un lugar para hacer las cosas bien, eso pasa en una función, que es un lugar en donde el espectador paga para verme y ya los ensayos terminaron, pero en una clase me encanta que se abra el espacio para el error. Este fue el único estudio que yo tuve de actuación: con Valen, unos años después con Cristina y con algunos docentes de la escuela, y después ya empecé a actuar y trabajar y deje un poco de lado las clases. De todas formas, tengo ganas de retomar el entrenamiento, es uno de mis proyectos para el corto plazo.

 

–¿Quién o quiénes crees que fueron los que marcaron tu formación?, ¿qué momento clave o espacio fueron fundamentales en tu formación? 

Definitivamente Valentina Fernandez de Rosa. Me emociona mucho pensar en ella. Fue alguien que me mostró la actividad teatral como algo divertido, así se lo tomaba ella. Sobre todo me enseñó que esto es un juego y me ayudó a no vivirlo de una manera tensa, mostrarme el teatro desde lo lúdico. Creo que eso es lo que me hace feliz cada vez, recordar eso cada vez que actúo. Y claramente ese fue el mayor regalo que me dejó Valentina. 

 

–¿Qué sentís que te aportó el teatro a vos como persona?, ¿en qué cambió tu vida cuando te acercaste a la actuación?

A mi me aportó tanto en tantos aspectos. Por ejemplo, siempre fui ultra tímida, y creo que aprendí a ser un poco menos tímida porque vivo en esta ciudad y es un poco más fácil, pero cuando era chica para ir a la escuela tomaba un camino paralelo para no cruzarme con nadie, no salía al recreo, me costaba mucho. Y cuando empecé a actuar, descubrí que era otra persona, me pude conocer mas a mi misma, entendí que todo lo que pasaba en las clases de teatro también estaba adentro mío, había cosas en lo social que no me permitían ser como yo quería ser, pero actuando me sentía protegida y podía hacer un montón de cosas. Y si todo esto me sucede actuando, puede estar afuera también, pensé. Todo esto existe en mí, entonces pude entender todo de otro modo. Mira cómo me puedo divertir, cómo puedo llegar a lugares re oscuros, y como estas, un montón de cosas más. Me descubrí mucho con las clases. 

 

 

–¿Cuáles fueron los primeros proyectos en los que participaste?, ¿te mandaste sola o arrancaste mandando material a distintos lugares esperando a ser convocada?

En realidad no sabía ni que te podías mandar solo, no sabía que podrás organizarte  y armar una obra o un corto o lo que fuera. Me acostaba todas las noches en mi cama pidiendo actuar, me moría de ganas, sentía que se me pasaba el tiempo. Tenía 20 años, obvio que no se me pasaba el tiempo, pero me desesperaba por hacerlo. En ese momento empecé a tomar clases de dramaturgia con Mariana Mazover. En esas clases descubrí lo mucho que me gustaba escribir y empecé a probar por ese lado. Cuando me enteré que ella estaba por estrenar una obra, me ofrecí para darle una mano con lo que necesitara, y le comenté que estaba con ganas de empezar a meterme en el mundo de la actuación. Ella me dijo que justo había pensado en mí para que fuera su asistente y obvio que me puse como loca, realmente: para mi eso ya era un sueño cumplido. Ahí armamos un ciclo que se llamaba Aconcagua y en ese ciclo empecé a actuar algunas escenitas. Ahí empezó mi camino un poco, fue la primera vez que actué en un proyecto consolidado, con gente que ya actuaba. Y me encantó. 

 

–¿Cuál fue el proyecto que más te transformó como actriz o ese proyecto llave que te abrió nuevas puertas?

El proyecto que fue fundamental para mi yo actriz fue En La Piel, la obra la escribió Martin Bontempo y dirigió Tadeo Pettinari, la hicimos como cuatro años en La Carpintería. Fue increíble porque era otro código, era algo muy inusual para el momento. Tenía todas las chances de salir increible o de salir pésima, y fue hermosa la verdad, era pura comedia. Era un grotesco total, yo tenía un personaje que se llamaba “La Cosa”, y era realmente algo loco y muy distinto. A mi me modificó mucho, me dio la posibilidad de laburar mucho y de estudiar, me gané una beca en la bienal para viajar a Dinamarca para estudiar por esa obra. Haciendo esa obra también me vio mi actual representante y ahí me surgieron trabajos en el ámbito audiovisual. Fue pilar de mi trabajo porque aprendí mucho realmente, era la búsqueda de cómo hacer reír a la gente pero que eso esté vivo y no se cristalice. Era una obra muy compleja por que si no estabas muy presente, o estabas desconectado haciendo la función,  fallabas si o si, no se armaba, te quedabas haciendo la idea, o haciéndote el gracioso haciendo morisquetas gigantes y era todo para peor, eso me llevó a aprender mucho en ese proceso. 

 

–¿La actuación es tu único trabajo?, ¿tu economía depende de tu trabajo como actriz?

Hoy en día sí es mi trabajo principal, vivo de la actuación, pero hace dos años recién me largue a laburar solo de esto. Igualmente también, como para no depositar todo ahí y estar sufriendo todos los meses para llegar a fin de mes, tengo una castinera con una amiga que se llama Caemos Casting, y nos ocupamos de trabajos de casting de publicidades chicas o de videoclips. Me encanta este laburo porque me permite dejar la actuación en el espacio que la quiero tener siempre, el de el disfrute y del placer y no en el lugar de la preocupación de llegar con la guita. El año pasado sí filmé mucho, me surgió mucho laburo en lo audiovisual y eso me ayudó a sostenerme economicamente también. 

 

–¿Te sentís más cómoda en proyectos que gestionas vos o solés trabajar en proyectos en donde te convocan?

Siento que hice mucho de lo autogestivo, pero con los años me di cuenta de que no soy tan buena para proponer arrancar algo, pero sí para sumarme, no se me va a ocurrir en la vida escribir una obra yo y arrancar el proyecto yo misma. Creo que me siento más cómoda cuando me convocan a un proyecto ya estructurado. Igualmente, hay momentos, lógico. Cuando tenía 22 años y recién empezaba a hacer obras obvio que era super autogestivo, laburabamos en el día de otra cosa y ensayabamos a las tres de la mañana para poder actuar y esas obras se estrenaron y les iban bien. Ahora no estoy en ese momento, pero creo que eso me recontra nutrió. Si sos una persona que solo cae a lugares que la llaman para darle un rol y nunca estuviste en lo autogestivo, te volvés un poco menos empático con el resto de los roles y con todo lo que implica hacer una obra, y para mi es re importante ser consciente de que detrás de una obra hay un montón de gente quemándose las manos para que eso salga bien. Creo que entender eso te vuelve un mejor compañero. 

 

–¿Cómo se dio tu participación en “Los miedos”?, ¿qué tiene de particular este proyecto para vos? 

Empecé a ensayar una obra que se llama “Shamrock”, con Ale Gigena, el director de “Los miedos”. Él me invitó a ver los miedos y cuando salí estaba tan fascinada que le dije amigo “yo quiero actuar acá”. Justo se dio la casualidad que una de mis compañeras de elenco se iba de viaje a Europa por tiempo indefinido, y ahí surgió la posibilidad de sumarme a reemplazarla. Y ahora no me sacan más. De verdad “Los miedos” tiene algo que no te querés ir nunca más. Es una clase de teatro en vivo, con puesta de luces, músicos y el director, pero una clase al fin, por que la premisa es la misma que en una clase: arrójate y anímate, porque podes fallar y no va a pasar nada, porque nada está mal ahí arriba. Lo que yo siento haciendo “Los miedos” es lo que quiero sentir haciendo una obra de texto. Porque por más de que en una obra de texto, sé lo que voy a decir, quiero tener el mismo nivel de escucha, de presencia, de creatividad, de sorpresa, entonces es muy importante para mí estar haciendo esta obra porque siempre me recuerda, que eso es actuar. Siempre intento mantenerme en ese camino, mantener mis libertades a la hora de interpretar un personaje. Es decir, me encanta que me dirijan, que me marquen cosas o que me corrijan, pero siempre pido tener la posibilidad de poder improvisar. Siento que si uno realmente llegó a un nivel de composición de personaje y de entendimiento de ese texto, nunca va a “pifiar” improvisando un poco, todo va a ser bajo el contexto de ese personaje y de las características que te marcaron y que vos misma fuiste contruyendo. Nunca voy a decir algo que el personaje no vaya a decir, no voy a arruinar la obra. Pero cuando estoy diciendo un texto que ya sé, a mi me re sirve modificarlo un poco, improvisar un poco para volver a conectarme con lo que realmente estoy diciendo. Por eso creo que “Los miedos” potencia mucho ese aspecto de los que actuamos ahí. Si vos en “Los miedos” estás pensado qué podés hacer, qué podés decir, cómo te podes lucir, ahí es donde se arruina. Se llama “Los miedos” porque justamente el miedo de estar neurótica toda la función existe y no podes hacer nada al respecto, a veces se tienen ese tipo de funciones, pero por eso es una obra que te pide que siempre estés presente, permeable y disponible para improvisar con lo que venga. 

 

–¿Tenes proyectos pensados para el corto plazo? 

Ahora dentro de poquito estrenamos una obra que se llama Suavecita de Martin Bontempo en el teatro Nun, a partir del jueves 1 de junio. La obra cuenta el nacimiento de un mito: Una fantasía marginal y pegajosa. En el hospital donde trabaja el rumor corre a sus espaldas. Erotismo, ciencia ficción y misterio se mezclan en su relato mientras descubre que su don es más grande de lo que imagina.  También estamos por estrenar Un tiro cada uno de laura Sbadar, Consuelo Iturraspe y Mariana de la Mata. Ahí actúo con Fiamma Carranza machi y Carolina Kopelioff, las funciones van a ser desde el 5 de julio en santos 4040. 

 

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