martes 16 abril, 2024

LUIS DONALDO COLOSIO, EL PRESIDENTE QUE NO FUE

Los 28 años del histórico discurso de Luis Donaldo Colosio en el Monumento a la Revolución de Ciudad de México nos sirven de excusa para recordar  a un personaje valiente y disruptivo. La tragedia de su muerte en plena campaña electoral para presidente fue el preludio del fatídico 1994 en México. 

 

Por Juan Pablo Sorrentino

Resulta incorrecto e improcedente hacer una nota sobre algo que no ocurrió. Tampoco es recomendable, desde el análisis histórico, hablar de “lo que podría haber sido”, pero no ocurrió. Pero vamos a hacer una excepción para permitirnos conocer a Luis Donaldo Colosio, ni en el día de su natalicio ni en el de su trágica muerte, sino a 28 años de su histórico discurso en el Monumento a la Revolución de Ciudad de México.

 

La noche del 31 de diciembre de 1993, sin muchas pruebas ni dudas, es posible imaginar que pocos mexicanos y pocas mexicanas imaginaban siquiera una fracción de lo convulsionado que iba a ser el año 1994 (tan convulsionado fue, que Netflix tuvo que financiar una miniserie documental sobre este año bajo el título “1994”, la cual recomiendo).

 

Sí podemos conocer, ya con mayores pruebas, que había un mexicano que esperaba el año 1994 con muchas expectativas en cuanto a su carrera política y en cuanto a las transformaciones sociales que pretendía encabezar. Me refiero a Luis Donaldo Colosio Murrieta. ¿A quién?

Luis Donaldo Colosio fue un economista, militante y funcionario del Partido Revolucionario Institucional, el famoso PRI, que inicia su carrera política en los años ochenta, primero como legislador, luego como presidente de su partido y, más tarde, como funcionario del Estado Nacional en la gestión de Carlos Salinas de Gortari, iniciada en 1988.

 

Finalizaban los años ‘80, iniciaba la década plenamente neoliberal y el gobierno de Salinas iba a garantizar que los preceptos del Consenso de Washington se cumplieran al sur del Río Bravo. En esta oleada de privatizaciones y medidas antipopulares, al interior del PRI se abría paso desde la Secretaría de Desarrollo Social la figura de Colosio, quien desde la gestión del Programa Nacional de Solidaridad moderaba las demandas de los sectores más perjudicados y descontentos de la sociedad con el rumbo del gobierno priísta, pero sobre todo, producía una bocanada de aire fresco al interior del Partido, conteniendo y motivando a las bases.

 

Promediando el gobierno de Salinas, Colosio se proyectaba como una de las principales figuras del Partido, profundizando sus expectativas de transformar la sociedad mexicana, saldando históricas deudas reclamadas por los sectores más postergados y proclamados por el PRI, desafiando a las estructuras de poder de su propio Partido. Es así que, premiando su gestión que, vale decirlo, permitía el desarrollo de medidas neoliberales a través de programas sociales de contención, y reconociendo su popularidad, Colosio será beneficiado por “el dedazo mayor” (forma por la que se conoce a la designación del futuro candidato presidencial por parte del Presidente) de Salinas de Gortari, eligiéndolo como candidato a presidente por el PRI para las elecciones de agosto de 1994.

 

Uno era el elegido pero muchos los marginados, y por ende, descontentos. Entre ellos, principalmente dos, Manuel Camacho Solís y Ernesto Zedillo, ambos contenidos con cargos institucionales por Salinas y por Colosio.

 

Pasemos ahora a 1994. Históricamente, cuando se ubican temporalmente hechos determinantes en tal o cual año, no se los imagina ocurriendo desde el inmediato inicio del mismo. Hay cierta quietud a principios de año que rara vez se quiebra. En esta nota se va a demostrar lo contrario.

 

El primero de enero del 1994 mexicano la historia se quebró, salvando las distancias, como también se había quebrado aquel primero de enero del 1959 cubano. En este caso, el quiebre se dio en dos sentidos, por dos procesos entramados: por un lado, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre su promotor Estados Unidos, Canadá y México, institucionalizando el más abierto programa neoliberal que se tenga memoria en Latinoamérica, a espaldas de los intereses del pueblo mexicano y garantizado por el gobierno priísta. Del otro, el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, izando la bandera de la dignidad indígena y alzando las armas de la guerrilla, frente a la afrenta librecambista.

 

En medio, Colosio, a quien le advierten que la campaña electoral no será nada fácil, cuando Salinas designe al despechado Camacho Solís como comisionado para la reconciliación en Chiapas.

 

Ahí se produjo el quiebre. Desde enero de 1994 las relaciones entre Salinas y Colosio se rompieron, lo que es equivalente a que la unidad en el PRI se haya roto. En suma, a meses de las elecciones. En suma, con el PAN (Partido Acción Nacional, opositor al PRI) como real amenaza tras el triunfo en la gobernación de Baja California en 1989). En suma, ruptura entre el presidente y su candidato a presidente.

 

A partir de allí, Colosio centra su campaña electoral en los sectores mayoritarios de la sociedad mexicana y del Partido, me refiero a los descontentos trabajadores rurales e industriales y en las vibrantes bases del PRI.

 

Pueblo a pueblo, Colosio fue recrudeciendo la crítica a la gestión neoliberal de Salinas e, incluso, retomó demandas de las comunidades indígenas, haciendo eco a las proclamas del EZLN, castigando por elevación al abordaje que el gobierno estaba haciendo del conflicto en Chiapas. 

Con este ritmo frenético de fenómenos destacados, inspiradores de cientos de titulares de noticias, esta efeméride es por un discurso. Pero no cualquier discurso, sino aquel discurso.

 

El 6 de marzo de 1994 en el Monumento de la Revolución, a 65 años de la fundación del PRI, Colosio da un discurso totalmente disruptivo. Ni espacio ni momento fueron elegidos por azar, tampoco sus palabras. Colosio se dirigirá a los y las militantes del PRI que asistieron, a los funcionarios presentes y ausentes (aquellos acusados de corruptos y fraudulentos), pero se estaba dirigiendo a toda la sociedad mexicana y también a ese pasado de postergaciones históricas y reclamos incesantes. También al zapatismo, y también a Estados Unidos.

 

Aquel 6 de marzo, Colosio habló como si fuera presidente. Tal vez se adelantó… Ese día dijo que el Estado y el Partido debían democratizarse. Prometió transparencia, reglas claras. Dignidad. Soberanía.

 

Me permito citar algunos fragmentos, para que no sobren palabras:

 

Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen. He visto un campo empobrecido, endeudado, pero también he visto un campo con capacidad de reaccionar, de rendir frutos si se establecen y se arraigan los incentivos adecuados.

Yo veo un México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan; pero también veo un México de trabajadores que se han sumado decididamente al esfuerzo productivo, y a los que hay que responderles con puestos de trabajo, con adiestramiento, con capacitación y con mejores salarios.

Yo veo un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción; pero también veo jóvenes que cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades que demandan, participan con su energía de manera decisiva en el progreso de la Nación.

Yo veo un México de mujeres que aún no cuentan con las oportunidades que les pertenecen; mujeres con una gran capacidad, una gran capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política y social. Mujeres en suma que reclaman una participación más plena, más justa, en el México de nuestros días.

Yo veo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las autoridades. Son gente creativa y entregada, dispuesta al trabajo, dispuesta a arriesgar, que quieren oportunidades y que demandan una economía que les ofrezca condiciones más favorables.

Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los empleos que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas.

Un México de maestras y de maestros, de universitarios, de investigadores, que piden reconocimiento a su vida profesional, que piden la elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su mejor esfuerzo.

Todos ellos son las mujeres y los hombres que mucho han contribuido a la construcción del país en que vivimos y a quienes habremos de responderles.

Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales. (…)

El gran reclamo de México es la democracia. El país quiere ejercerla a cabalidad. México exige, nosotros responderemos.

No se equivocaba en su diagnóstico. Previo a los vítores finales, presagió que “no debían bajar la guardia”. Ahí sí se equivocó. No por la advertencia, sino por no ponerlo en práctica.

Continuó su campaña recorriendo el país como candidato a presidente, creyendo que las estructuras más tradicionales del PRI con Salinas de Gortari a la cabeza iban a tolerar sus afrentas públicas, desafiando la estabilidad del Partido en el futuro pero también en la revisión de su pasado reciente.

Tras masivos apoyos de las bases del Partido y luego de 17 días del histórico discurso, el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana, un tiro en la cabeza y otro en el abdomen, pondrían fin a la candidatura de Colosio, a su vida y, me permito aseverar, a su futura presidencia.

Gritos, corridas, detenciones arbitrarias, culpables-inocentes, una investigación aún abierta. 

Será Ernesto Zedillo quien lo reemplace como candidato por el PRI, no haciéndole justicia ni a su memoria. Ganará las elecciones y pocos meses después de asumir, México sufrirá la recordada “crisis del Tequila”… El resto es historia.

*Le agradezco a mi colega y amiga Mariana Peñaranda por facilitarme su investigación sobre el tema, base de esta nota.

 

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