viernes 19 abril, 2024

“LA DEFORESTACIÓN AVANZA A PARTIR DE UNA DEGRADACIÓN”

¿Por qué la deforestación sigue avanzando en Argentina y América Latina? En conversación con Fixiones, el Doctor Ingeniero Forestal Investigador del Conicet Guillermo Martínez Pastur y Delfina Schianno, estudiante de la Licenciatura de Ciencias Ambientales de la Uba y coordinadora del Programa Biodiversidad de la empresa Seamos Bosques, intentaron dar respuestas a esta pregunta. ¿Qué sucede cuándo se deforesta? ¿Hay una ley que proteja a los bosques nativos? ¿Cómo se recuperan las tierras degradadas?

Por Martina Solari Arena l Fotos: Greenpeace

La pérdida de bosques nativos es un problema de escala planetaria. En cada país, empero, la degradación de los bosques no ocurre de la misma forma ni en la misma magnitud. En Italia y España arrasaron hace un largo tiempo con los bosques nativos, mientras que los países nórdicos mantienen paisajes que aún cuentan con la historia de sus montes. Los desmontes en América Latina, entendidos como la tala de árboles para fines económicos, comenzaron desde la llegada de los europeos. “Eso ha ocurrido porque siempre se apuntó a la generación de commodities, entendido como cualquier cosa que se pudiera exportar. En un comienzo, ganadería y trigo, después maíz y hoy es la soja. Los europeos buscaban tener terrenos de cultivos para exportar llevando la producción al máximo”, explica a Fixiones el Ingeniero Forestal, Guillermo Pastur. Aún dentro de esta lógica, Argentina es un caso particular, tal como explica Delfina Schianno: “Argentina hoy naturalmente tiene una ventaja que otros países no tienen y no lo notamos”.

Los bosques nativos tienen innumerables funciones en el ambiente: son el resguardo del sol de las aves, permiten la absorción del agua de las lluvias, evitan inundaciones, regulan la temperatura y el alimento de los animales que habitan en la tierra. Mientras se desconoce la centralidad de los bosques, se naturalizan las noticias sobre “presuntos pirómanos” que inician incendios en las sierras de Córdoba o en los humedales del Delta. Pero aquí tampoco se trata de personas con tendencia enfermiza a prender fuego, sino que son personas que optan por incendiar la tierra porque parece ser el método más eficaz para obtener dinero con commodities

Pastur sintetiza este proceso de la siguiente manera: “un dueño compra el campo, lo deforesta y saca a los pueblos originarios dejándolos sin nada, sin su forma de vida”. El especialista advierte que el común de la sociedad argentina ve al bosque como un enemigo. “Solo es visto como un amigo cuando vas a Bariloche al parque nacional, pero no cuando vas a La Pampa y lo ves como un obstáculo para el cultivo”, precisa.  Las consecuencias de las deforestaciones las paga el conjunto de la sociedad, y sobre todo los y las más humildes, en particular las poblaciones originarias. 

Cuando algo no se conoce, no se cuida. Es así en cualquier aspecto de la vida y así somos lxs argentinxs con nuestra naturaleza. Pero, ¿somos algo distinto a la naturaleza?, ¿tan desconectados y ajenos estamos de la tierra, del mar, de los animales que los vemos como un recurso a explotar?, ¿por qué asociamos lo humano a la cultura y lo que no es humano a la “naturaleza”? 

En esa búsqueda de cuidar nuestra casa, en 2007 se promulgó la ley 26.331 con la intención de resguardar las áreas boscosas de Argentina. La ley de Presupuestos Mínimos para la Protección de los Bosques Nativos, se aprobó en cada provincia en un momento diferente. La ley estableció la obligatoriedad de realizar un Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos (OTBN), dispuso la obligación de realizar estudios de impacto ambiental y de audiencias públicas para la autorización de desmontes y establece que toda intervención en el bosque debe estar sujeto a un Plan de Conservación o de Manejo Sostenible. La ley creó además el Fondo Nacional para la Conservación de los Bosques Nativos. El 70 por ciento de ese fondo es para compensar a los dueños de tierras en las que hay bosques protegidos. 

Nuestra ley es única, sostiene Pastur, ya que promueve que la conservación de los bosques no sea solo en un parque nacional, sino en todo el territorio argentino. El ordenamiento obligó a cada jurisdicción a clasificar en rojo, amarillo y verde sus bosques, según su nivel de conservación. En rojo figuran los bosques que no se pueden tocar; en amarillo aquellos que deben ser manejados de forma sostenida y en verde aquellos capaces de ser transformados parcial o totalmente. 

Sin embargo, desde 2008, según informes del Ministerio de Ambiente, no se detuvo la deforestación, sino que cambió la pendiente, pero hay hechos que evidencian que muchísimas provincias previo a la sanción, presentaron el pico más alto de deforestación. La organización Greenpeace cruzó los datos de la cartera de Ambiente con un monitoreo satelital y calculó que “desde la aprobación de la normativa hasta diciembre del año 2021 se perdieron 3.367.308 hectáreas de bosques nativos. El 75 por ciento de la deforestación se produjo tan sólo en cuatro provincias: 936.125 hectáreas en Santiago del Estero, 694.834 hectáreas en Salta, 449.646 hectáreas en Formosa, y 444.651 hectáreas en Chaco”, según el último informe de la ONG. 

 Gráfico del Ministerio de Ambiente que evidencia que el pico de deforestación ocurrió en el año de la promulgación de la ley
Gráfico del Ministerio de Ambiente que evidencia que el pico de deforestación ocurrió en el año de la promulgación de la ley.

 

“Hoy la deforestación avanza a partir de una degradación, de la remoción de algunos atributos del bosque”, dice Pastur. El especialista explica que la ganadería y los incendios son dos formas de degradar sin deforestar. “En el Delta, cuando hay una seca, se quema para que se generen nuevos pastos que alimentan a la ganadería. Lo mismo sucedió en Corrientes el año pasado y lo mismo sucede en Bariloche”, comenta. En Bariloche, explica el ingeniero para ilustrar la situación, ocurre que solo se puede extraer madera muerta de la ciudad, porque está inserta en un Parque Nacional, entonces “sorpresivamente” se incendian árboles y hay más leña muerta para usar. 

Bosques sí, bosques no.

“En países en desarrollo, se avanza sobre el bosque, pero cuando hay exceso de dinero, podés invertir en la recuperación y naturalización de bosques como se realiza en Europa”, explica Pastur. “Acá se plantea como una grieta: bosque sí, bosque no. Hay un intermedio, se puede deforestar en términos mucho más lógicos, haciendo paisajes multifuncionales, permitiendo que se avance en el desarrollo de los países. Hay que incorporar el término de ‘servicios ecosistémicos’, el bosque es útil para el hombre, para la recreación, para el paisaje. Pero a veces protegemos más los Bosques de Palermo, que los bosques de Chaco.

La organización Seamos Bosques nació bajo la premisa de que lo que no se conoce y respeta, tampoco se cuida. Este proyecto, entre sus iniciativas, restaura el bosque nativo en las yungas tucumanas invitando a empresas, personas o eventos a compensar su huella de carbono plantando árboles. ¿Cómo lo hacen? Contabilizan los  gases de efecto invernadero (GEI) generados por quien contrata el servicio, para expresarlo luego en toneladas de dióxido de carbono equivalentes, y para finalmente compensar el impacto. 

“Si sos una empresa, lográs restaurar un bosque y hacés que tu proyecto sea autosustentable. Al medir la huella, te fijás en tu propia empresa cuánta energía usas para poder optimizarla después”, explica Schianno. 

Para verificar que el árbol prospere, “son cinco años de monitoreo constante, después son veinte años más para asegurarse que el árbol puede respirar”, agrega. Además de la restauración, monitorean la biodiversidad con cámaras trampa, hacen avistamiento de aves y generan empleo con las comunidades cercanas relacionadas al bosque.  

“Todo lo que descubrimos, lo guardamos para hacer análisis puro y también lo escribimos para que la comunidad lo pueda leer. Nosotros queremos que las personas y empresas puedan conectarse y que puedan participar de un proyecto de restauración dentro del mismo país”, cuenta Schianno. Según los últimos registros, llevan más de 60.000 árboles nativos plantados.

La activista plantea el problema a través de una pregunta: “¿cuándo vas a comprar madera, preguntás qué especie es? Si es pino, es una especie que no es nativa, y a veces para plantarla desmontan todo”, explica. “Hoy el argentino abre la canilla y sale agua. No pensar en el ambiente es cortoplacista. Tenemos reservas de agua en el sur, que a nivel supervivencia valen millonesHay muchísima desconexión con lo natural, estamos acostumbrados a comprar en la verdulería cualquier fruta en cualquier momento del año”, concluye la ambientóloga.

 

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