miércoles 24 abril, 2024

“HACEMOS LOS LIBROS QUE NOS GUSTA LEER”

Más de 18 mil personas participaron de la Feria de Editores (FED), que nucleó a 280 editoriales en Chacarita durante el último fin de semana. A contrapelo de las grandes empresas editoriales, la FED expuso la bibliodiversidad, la creatividad y la capacidad de invención de los escritores, escritoras, editores y editoras de Argentina, América Latina y del mundo. Fixiones recorrió los cientos de puestos que no dieron abasto para el aluvión de lectorxs que agotó los pasillos durante los tres días. 

 

Por Vek y Malena Costamagna Demare l Fotos: Martina Solari Arena, Thompson y Malena Costamagna Demare

 

“La FED es el evento central de todos los años. El momento donde podemos encontrarnos con los lectores y siempre es una buena medida de cómo estamos trabajando las editoriales”, dice a Fixiones Santiago La Rosa, editor de CHAI Ediciones. En el corazón de Chacarita, el primer fin de semana de agosto, se llevó a cabo la novena edición de la Feria de Editores (FED) en el C Complejo Art Media. Como un chico al que le quedan cortas las remeras, cada año la feria fue optando por un espacio mayor. La de este año fue la más masiva de sus convocatorias, tanto en los 280 sellos que vistieron los stands con las tapas de sus libros, como en su público, que sumó 18 mil lectores. 

 

¿Qué es lo que caracteriza al evento que reúne todos los años editoriales independientes de todas partes del país y del mundo, en un mismo lugar? Una palabra que se acerca a la respuesta es la bibliodiversidad que permite la pequeña edición. “Si leés, hay un libro para vos”, dice el lema de la feria. En conversación con Fixiones, autoras, editores y lectores dialogan con la revista para dar cuenta del ecosistema que conforma al universo de las editoriales independientes hoy.

 

Desde la entrada, sobre la avenida Corrientes se disponen puestos de café y se entregan mapas con las ubicaciones de las editoriales en la feria, las calles de sus librerías externas y los horarios de las charlas que dan autores y autoras. Además, se entregan unos pequeños libros azules que, editados por los organizadores, pretenden convertir la espera en un momento de lectura. Incluso cuando la fila ya rodea la cuadra. La feria en su totalidad es un ejemplo de la curaduría literaria: todo está pensado y la FED es en sí una apuesta a las editoriales -y a los lectorxs- que buscan pensar el libro de otra forma. Durante los tres días que duró la fiesta literaria, la revista buscó recoger la diversidad de géneros, de voces y de oficios que aúna la FED.

C Complejo Art Media. Foto: Thompson
“Pensar el libro como algo vivo”

Frente a un mundo editorial cada vez más despoblado de horizonte, concentrado en manos y voces que responden al mercado, los criterios de selección de la Feria de Editores nadan a contracorriente; premiando la autonomía editorial, el diseño y la selección del catálogo, con un espacio en la FED. A diferencia de otros eventos de la órbita, como la Feria Internacional del Libro, este evento pone en el centro de la escena a las y los editores, permitiendo que sean ellas y ellos quienes respondan detrás de las mesas, y haciendo visible un trabajo que para muchos lectores, permanece invisible. 


Detrás de cada uno de los stands que conforman la feria, no se ve a más de tres personas. Así lo explica La Rosa (CHAI Editora); “son proyectos de autoexplotación que bancan uno o dos sueldos pero que es más un modo de cómo uno decide vivir, leer y escribir. En CHAI apostamos a armar un catálogo donde lo que importe no sean los nombres sino el catálogo, justamente. Generar un lazo de confianza con los lectores donde haya una especie de pacto, siendo nosotros lectores, transmitir el entusiasmo al traductor”. En palabras de Víctor Malumian, cofundador de la editorial Godot y organizador de la FED, un catálogo es “una propuesta de lectura”, una serie de libros que siguen la línea identitaria de una editorial. Un universo específico, la personalidad o el estilo de una casa editorial. La diversidad y curaduría de los catálogos que integran la FED son los corazones de la bibliodiversidad, es decir, la diversidad cultural aplicada al mundo del libro. Encontrar la ausencia y resolverla, en la editorial en la que trabaja el editor, se le presta mucha atención al cuidado en la traducción, que notaban que faltaba en el mundo editorial. Desde su fundación en 2019, lleva editados 20 títulos. Es un número importante en tiempos de edición independiente, teniendo en cuenta que la mayoría de los sellos publican entre dos y tres títulos al año.

“Pensar el libro como algo vivo, en movimiento. Es un cuerpo y por eso hay que acompañar al libro de otra manera. Salir de las estructuras de la clasificación: proponerle otra cosa al lector” [Carla Ciarapica]

Dentro del complejo, los libros de colores colman los stands en las diferentes calles en las que se divide el gran y abarrotado espacio, por el que conforme avanzan los días, es más difícil avanzar. Ricardo Piglia, Hebe Uhart, Juan Forn, Sara Gallardo, son los nombres que llevan los letreros colgantes diagramando el lugar. Los mismos pero más chiquitos cuelgan como señales planetarias sobre las mesas de las editoriales feriantes. Debajo del cartel que lee DocumentA/Escénicas, junto a Gabriela Halac, fundadora y directora de la editorial, está Carla Ciarapica. Editora y oriunda de Córdoba, Ciarapica salió de la imprenta hacia Buenos Aires con el auto cargado: casi 700 kilómetros por delante y la primer tirada de Cuerpo y materialidad, de Malena Echeverría, el primer libro de su nuevo sello: Lote 11. 

Carla Ciarapica, editora en DocumentA/Escénicas y Lote 11. Foto: Thompson

Ambas editoriales coexisten en la mesa, lo cual es otra de las posibilidades que brinda la FED para que las editoriales más pequeñas puedan costear el espacio. “Pensar el libro como algo vivo, en movimiento. Es un cuerpo y por eso hay que acompañar al libro de otra manera. Salir de las estructuras de la clasificación: proponerle otra cosa al lector”, esgrime Ciarapica. El primer libro de su casa editorial –en sentido literal, porque lleva la dirección de su casa en Córdoba– reúne las obras de la artista plástica Echeverría y los aportes de artistas como Tere Andruetto, Jenny Nager, Paulina Cruzeño, Patricia Kramer, Claudia Huergo, Liliana Ancalao, val flores, Ana Prada y Mariano Medina. Atravesado por imagen, poesía y otros géneros, la editora elige ir hacia lo desconocido, hasta un libro que lleva más de un nombre y puede tomar más de una dirección pero aún así, gracias a la habilidad de la edición y la lectura, no naufraga.  “El libro se llama ‘objetos en obra’ porque no hay cierre, sino apertura. Todo el tiempo abre. Abre. Abre. Abre ella con la serie, después los artistas invitados”, concluye la cordobesa con una sonrisa.

“Editar es un trabajo colectivo”

Rock and roll, un trabajo difícil o una tarea global, un trabajo exquisito, noches sin dormir. Esas definiciones orbitan a la tarea de editar para nuestros entrevistados y entrevistadas. Para Flavia Calise, poeta y docente, que hace poco tuvo su primera experiencia como editora en Concreto, donde tiene la mayor parte de su obra publicada, “se trata de realzar y de ayudar a tomar decisiones. Hacer opiniones acerca del texto; corregir y repensar desde un lugar mucho más ‘objetivo’. Es un trabajo exquisito”. La poeta empezó a pensar en la edición desde la docencia, haciendo clínica de obra a sus alumnos. Luego formó parte de la edición de la novedad de su casa editorial Concreto llevada adelante por África Aspeleiter. 

 

“Lo que nos caracteriza es que es muy do it yourself. Elijo los libros por lo que me gusta a mí, pienso si va a funcionar o no pero en general no me pongo restricciones. No hago algo que no me gusta. Me tiene que gustar y soy la primera lectora y tengo que estar muy convencida porque sino no lo puedo vender”, cuenta Gabriela de Mola, editora en Dobra Debra, una editorial dedicada a títulos sobre música de culto. Editar es un trabajo colectivo, explica, aunque en el caso de una pequeña editorial muchas veces es solo una persona la que tiene muchas tareas; “desde ir a mandar al correo un libro, llevar una planilla de costos hasta editar un texto, armar el Indesign. Todo. Tu mente tiene que dividirse en mil partes distintas”.

 

“Es difícil editar”, retoma Ciarapica, de Editoriales DocumentA/Escénicas y Lote 11. “Hubo noches que no dormí, hubo problemas con las chapas, problemas que tiene cualquier editor. Nosotras estamos siempre a pie de máquina. Quiero decir, metemos el trabajo y vamos a ver cómo sale a la imprenta”. La cadena del libro incluye también el trabajo de la imprenta, que además suma los altos costos de un mercado del papel oligopólico y dolarizado. “Y sabemos que es algo muy importante. Cuidar los libros y pensar en hacer cosas lindas, que nos gusten. El papel genera un daño climático. Decimos ‘bueno, si vamos a hacer esto hagámoslo bien’. Es mucho compromiso”, concluye la editora.

 

Foto: Malena Costamagna Demare
La feria de los mil géneros

Una de las claves de la bibliodiversidad es la apertura a la diversidad de géneros y temáticas que caracterizan cada sello. En la FED hay editoriales que se dedican al ensayo, hay quienes tienen la mira en la música, otros en la poesía o en la literatura infantil. Aunque existe una línea que hace a cada catálogo, también abundan las propuestas de trascender y fusionar los géneros.

 

Dábale arroz es una editorial conducida por Eduardo Abel Gimenez y Natalia Méndez, que publica literatura juvenil e infantil pero que es mucho más que eso. Cris Zuruzuta, comunicadora, autora, alumna de los talleres que presta la editorial y amiga de la casa, lo explica: “Dábale Arroz tiene un perfil mucho más amplio. Más que juvenil e infantil es lo lúdico lo que está presente. Que vos agarres algo con forma de casita, lo despliegues en algo con forma de mapa y después busques cómo se desarma. Es como la vuelta a la infancia”. Desde fanzines en cajitas de fósforos a un frasco de mermelada lleno de microcuentos, la editorial propone, al igual que Ciarapica (DocumentA/Escénicas y Lote 11), otra forma de acercar(se) al libro.

 

Lejos de los estantes que acumulan libros en su formato clásico, Dábale arroz tiene tomos que sobresalen con formas rectangulares, circulares, fanzines pequeños con hojas finitas y libros desplegables. “Lo artesanal permite tantas cosas… Lo ves ahí en el stand: de formato de corte, de juego, de todo. Cada cosa que vos le agregas en la imprenta industrial y cambia mucho el costo, en cambio en tiradas así artesanales vos podes cortar, jugar, doblar coser, hay cosa que tienen grabados, cosas que tiene collages y no te está llevando la reproducción te estas llevando el original”, cuenta Zuruzuta con ojos brillosos.

Mini FED. Foto: Thompson

“Es invitar a entrar a la literatura desde otro lugar que no es el ritual del libro de 400 páginas”, explica. La autora rescata la evolución de la literatura infantil: “en mi infancia la mayoría de los libros infantiles estaban muy mal escritos. Eran los dibujitos de Dumbo y en el medio cualquier texto”. Además, destaca la importancia de la formación de los lectores jóvenes en un mundo inmediato que corre el riesgo de perder lectorado. La literatura infantil es, para ella, “el puntapié que crea los lectores que después van a venir a buscarte a las otras editoriales”. 

 

A un costado de la FED crece un árbol de madera en un espacio colorido, rodeado de niñas y niños que dibujan cuadernos o esconden sus cabezas detrás de las tapas de un libro. Sobre la pared se lee “Mini FED” y Zurutuza ve en la lectura o la escucha infantil a “el niño que en el libro encuentra mundos diferentes a los que vive en el día a día”. Incomparable, dice, es escuchar un cuento por youtube a la voz de un autor que lleva con su voz a la niñez hacia esos nuevos mundos.

“Me encanta que los precios se mantengan, pero basta de tantas diferencias con los libros de narrativa y de poesía. Eso es algo que me pone de malhumor”  [Flavia Calise]

La poesía es otro género que abunda en las editoriales que pueblan esta feria y escasea en las grandes editoriales. Calise (Editorial Concreto) remarca el por qué de la ausencia en las grandes librerías: “la poesía en particular es muy mal paga. Salvo las cadenas, no se paga en este país. Me parece importante que esto se diga: la poesía hay que pagarla, porque es un laburo igual que cualquier otro”. Al problema del sueldo digno se le suma el de un precio que lo pueda sostener. La poeta bonaerense, que tardó casi una hora en llegar a la entrevista detenida en la larga cola de la FED, también se pronuncia al respecto: “estoy muy en contra, aunque me encanta que los precios se mantengan y en Concreto sé –por primera línea– que es así, pero basta de tantas diferencias con los libros de narrativa y de poesía. Eso es algo que me pone de malhumor”.

 

Además de los stands de las editoriales, la Feria propone charlas con autores y autoras, como la que juntó a María Negroni –con ensayos en “El arte del error” o “Film Noir”– y Betina Gonzáles, moderadas por Vanina Colagiovanni, editora en Gog y Magog, una editorial especializada en ensayos que editó “La obligación de ser genial”, de González. El título de la charla fue “La emoción de las ideas. El ensayo como práctica literaria hoy”, en ella estaba pensado que también asista Eugenia Almeida, poeta y escritora que ha publicado libros de ensayos híbridos como “Inundación. El lenguaje del que estamos hechos”. Se habló del ensayo como “la expresión de un temperamento” (Negroni) y de la emoción –diferente al sentimiento– en ellas como el puntapié para la creación y lo que le da vida al ritmo, las montañas de la escritura ensayística.

Foto: Malena Costamagna Demare
 
“Una Patria Grande de libros”

Un libro primero es una idea, después es un texto, mucho tiempo después es una conversación con un editor, un diálogo que pasa de la dimensión literaria a la dispositivo visual que en última instancia termina siendo un libro. Cuando se atraviesan todo esos pasos y el libro está calentito, recién salido de la imprenta, llega el momento de hacerlo llegar a las librerías. Las últimas manos que lo tocan son las del lector. La mayoría de las casas editoriales de gran escala cuentan con su propia distribuidora. Para las más pequeñas, ese trabajo se vuelve más complicado. Ahí es donde aparece Big Sur, una distribuidora que está en Chile y en Argentina y que hoy representa a 63 editoriales en el país. 

 

Con una identidad signada bajo la unión latinoamericana, Salvador Doldan, responsable del área comercial de la empresa explica que para Big Sur, “una patria grande de libros es un poco la idea de poder afianzar catálogos, quizás de emprendimientos pequeños en sí, por la cantidad de tiempo o por la cantidad de títulos, pero que tienen muchísimo potencial”. La apuesta por editoriales pequeñas, de calidad, es no solo parte de la identidad de la distribuidora, también forma parte de lo que busca resaltar la FED. Como aclara La Rosa (CHAI Editora): “hoy una editorial independiente puede competirle a una editorial más grande en una mesa de una cadena. Hubo un crecimiento de todas las editoriales independientes con distintos ritmos, lógicas y ambiciones”.

Salvador Doldan, responsable comercial de Big Sur. Foto: Thompson

La tarea de Big Sur no es solo hacer llegar el libro a una vidriera. “Es la puerta de entrada y también, además de concretamente distribución a librerías, hacemos prensa, promoción y curaduría promocional para que las editoriales encuentren sus lectores”, añade Doldan. “Nosotrxs a veces decimos que no cultivamos sólo lectores sino fans de libros. La FED es justamente ese espacio, porque en general el público que viene es uno que viene a buscar ciertas editoriales, ciertos autores, a esos editores que vienen a recomendar los libros.” La curaduría de catálogo, la bibliodiversidad, el encuentro, el consejo y el acompañamiento genuino con los autores son algunas de las máximas de la FED, tiene que ver con buscar otra forma de hacer circular la literatura, no desde una lógica únicamente comercial sino que genere un código con los lectores, un vínculo tangible, un camino diferente.

La pollera, Cuneta, Alquimia, Overol. Grandes editoriales que tienen su renombre en Chile y quizás de este lado de la cordillera no estaban tan trabajadas y gran parte de ese nuevo conocimiento es porque Big Sur llegó a las librerías argentinas para traer estos sellos”.  [Salvador Doldan]

La distribuidora se encuentra en varios países de latinoamérica en el intento de acercar los territorios a través del vehículo que es el libro. Doldan comenta que muchas editoriales chilenas que forman parte de la feria son sumamente importantes en todo el armado; “La pollera, Cuneta, Alquimia, Overol. Grandes editoriales que tienen su renombre en Chile y quizás de este lado de la cordillera no estaban tan trabajadas y gran parte de ese nuevo conocimiento es porque Big Sur llegó a las librerías argentinas para traer estos sellos”.

 

No todo es pequeño, y no todo tiene que serlo para siempre. Hoy, Big Sur distribuye libros de la casa editorial Eterna Cadencia, la más grande con la que trabaja. Impulsada por Pablo Braun, la editorial y librería ya lleva varios años de trabajo y ocupa un espacio galardonado en el mundo editorial.

Foto: Thompson
“Una comunidad de lectores”

“Esto es otra cosa, es Buenos Aires. La cantidad de gente que hay, colas de tres cuadras. ¡Yo no lo podría creer! Cuántas veces aparecieron los ebooks y dijeron ‘es el fin del libro’, ‘el libro se termina’. Y cuánto se escribió. El fin, nada. Esto está super vivo”, dice Ciarapica mientras deja pasar a algunas personas por el pasillo de la FED, que el domingo a las cinco de la tarde, el último día de la feria, ya es un tetris imposible de transitar. De las 280 editoriales que tuvieron presencia en la FED, 40 vienen del exterior y casi el mismo número, del interior del país.


“Recuerdo la primera Feria de Editores a la que asistí, más como lector”, cuenta La Rosa (CHAI Ediciones). En la primera FED llovía y solo había 15 editoriales que exponían sus tomos un domingo en el bar de FM La Tribu. “Cambió mucho el perfil, el trabajo y la intensidad de las editoriales. Lo mismo creo que cambió mucho la presencia de las editoriales independientes o pequeñas en librerías. Me parece que hasta hace unos años había que ir a buscarlo”, reflexiona el editor. Adentrarse en el microclima de la FED en Chacarita es estar en una fiesta en gran parte porque todo sucede en torno a algo que a todas las personas que asisten las atraviesa: el libro. Las editoriales independientes crecen porque hay quienes dicen que sí a aquellos libros: “que tengamos forjados lazos y comunidades con los lectores que permite que no se desplomen las ventas”, explica La Rosa y concluye: “permiten que uno haciendo cien mil malabares pueda subsistir. Y esta feria está siendo espectacular”.

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