jueves 28 marzo, 2024

"ESTOY CONVENCIDO DE QUE SOMOS UN RELATO"

“El arte es una respuesta espiritual a cada problema que uno tiene”, dijo en diálogo con Fixiones el escritor Pablo Ramos. En una conversación llana, entre la reflexión y la risa, habló sobre la importancia de la escritura en su vida. “A una persona que estuvo en la calle, como yo, desde los 12 años, que estuvo en la cárcel como estuve yo, que tuvo tres internaciones de un año cada una… el rito de escribir me ordena”, afirmó.

Por Matias Luchetta y Emiliano Benito Montelongo | Fotos: Florencia Cosin

A pocas semanas de haber publicado su último libro Amor no Roma mi amor, Pablo Ramos conversó con Fixiones. La escritura como respuesta espiritual, la novela que se viene, las pérdidas y la existencia como materia prima de su producción literaria. Limpio de pretensiones, Pablo sigue esgrimiendo la frase de Santa Teresa como su arma más poderosa frente al despojo de la inmediatez: «Las palabras alistan el alma, la ordenan y la mueven hacia la ternura.»

 -Hace poco publicaste tu último libro y ya tenés lista una nueva novela…

 Sí. Terminé la novela que viene a ser el final de toda la historia de Gabriel Reyes. Es una tetralogía ahora. Se va a llamar Desde esta noche tan oscura y sucede durante la pandemia. Me llevó dos años, aproximadamente, escribir esta novela que le prometí a mi hermana. Es lo mejor que escribí, pasa por arriba a La ley de la ferocidad. Nunca me pasó de estar tan seguro de que tengo una bomba atómica. Va a salir por Alfaguara, que tengo una relación muy buena con ellos; se la pasé a mi editora y quedamos en que salga en marzo del año que viene. Este es un año perdido, ¿no? Es increíble. Vendí medio millón de libros desde que salió mi primer libro. Es una locura. Mis lectores buscan mis libros y eso está bueno. Yo bajo mucho del pedestal al escritor. Los que vienen a mi taller lo saben: no me pongo en un pedestal, me muestro con mis virtudes y mis defectos. Eso se nota en mi literatura también. Es el producto de la misma persona. Si vos sos auténtico como persona es bueno para la literatura, es bueno para vos, es bueno para los que te rodean… Soy un tipo que no tiene los estudios primarios terminados pero que escribe bien. Escribe bien y vive de la literatura.

 -¿Te acordás aquellas lecturas que te hayan movilizado antes de asumirte como escritor?

 Claro. Me acuerdo perfectamente –como lo puse en la contratapa de Amor no Roma mi amor-  del mozo que me trae a Stevenson. Iba a buscar un sánguche a la biblioteca del Congreso. Abrían desde las siete de la mañana hasta las cinco de la mañana, dos horas cerraban nada más. Tanto en el Banco Nación como ahí te daban un sanguchito al medio día. La mutual de los empleados sacaba un mozo que repartía sanguchitos de miga con un té. Se daban cuenta de que yo iba con hambre y me daban dos sanguchitos. Y un día me trajo un libro, el mozo, así, sin disimular. La isla del tesoro, de Stevenson. Stevenson me invitó a leer. Leí ese libro, leí Catriona, El club de los suicidas… y después me fuí a leer a la biblioteca directamente. La bibliotecaria me dijo «leete este libro», y me dio Prólogo con un prólogo de prólogos, de Borges. Seguí esa línea de lectura que propone Borges, que me encantó. Después, cuando pude volver a estar estable, a eso de los 13 años, ayudaba a un cura que tenía una biblioteca religiosa y una laica y me dijo: «esta leela» -señalando a la laica- «y esta no» –señalando a la religiosa. Pero fue una trampa, como una invitación. En la religiosa estaban San Angustín, Santa Teresa -que fue muy importante para mí- San Juan de la Cruz… Cuando leí «las palabras llevan a las acciones, alistan el alma, la ordenan y la mueven hacia la ternura», empecé a llevar un diario personal.

  -¿Qué importante es para un escritor llevar un diario?

 -Así empecé a escribir. Llevé un diario toda mi vida. Desde que leí esa frase de Santa Teresa empecé a llevar un diario personal. Lo que pasa es que a los psicólogos no les conviene (risas). Estoy convencido de que somos un relato: nuestra cara es un relato, nuestros pies, nuestras manos, nuestra mirada es un relato, no es una consecuencia biológica. Y el relato está más cerca del espíritu que de la biología. Estoy escribiendo esto en un ensayo: Crónicas Médicas.

 -¿Estás escribiendo algo más aparte de la novela que terminaste?

 -Tengo un libro de cuentos entero de Gabriel que iba a salir por Alfaguara este año, pero les pedí que lo demoren, porque quiero sacar primero esta novela. Capaz los puedo sacar al mismo tiempo… Por otro lado, tengo pensado un libro completamente distinto, de crónicas ensayísticas sobre cosas que no estaban tan mal antes, o de por qué la gente quiere escuchar historias que ya conocen, pero narradas.

-Nos hace acordar a Amor no Roma mi amor,  por la compilación de escritos tan diversos.

 -Claro. Los escritos los compiló mi editora de Hormigas Negras, Andrea Álvarez. Es un monstruo esa piba. Una editora no es la que te corrige una coma, un punto, es la que entiende tu literatura mejor que vos. Por ejemplo, en Hasta que puedas quererte solo había un cuento muy bueno, pero Julia (mi editora de Alfaguara) me dijo: «Este relato es de otro libro». Tenía razón y yo no sabía que iba a escribir otro libro, pero encontró su lugar en otra obra mía: El camino de la luna. La literatura es un hecho colectivo, eso es lo que no entiende todo el ego este que anda dando vueltas por ahí. La literatura necesita la mirada de otro, por eso creo en los talleres literarios. Uno siente más que los demás las cosas que le pasaron, pero el otro lo completa con su imaginario también. Más en este tipo de literatura. Hay una frase de Goethe muy clara: “hay muy poca gente que tiene imaginación para la realidad”. Es fácil escribir sobre chicos convertidos en mariposas. El tema es que los chicos de mis historias salen convertidos en chicos, en chicos lastimados. Y ahí es mucho más difícil transmitir algo. Puede venir un boludo monumental y decir que lo mío es naturalismo, pero es porque no entienden nada.

 -¿Por qué la crítica se ensaña tanto en decirte que lo único que hacés es escribir sobre tu propia vida?

 -No conozco una crítica negativa de cada cien mil. Es más, creo que la crítica fue injustamente benévola conmigo. Fogwill dijo que La ley de la ferocidad es una obra maestra; Paul Auster me invitó a su casa y la halagó también… ¿qué críticas? Mientras los demás hablan, yo estoy escribiendo. Hay dos clases de personas: las que hablan y las que escriben. Un tipo dijo que mi obra se termina con mi vida. Me pregunto si quieren que escriba después de muerto ¿¡Qué esperan!? Cuando la gente dice que todo lo que yo escribo es mi vida… ¡Escribí María (En cinco minutos levántate María) en primera persona, como una mujer de 60 años! Abelardo Castillo me dijo «esto parece escrito por una mujer, está muy bien logrado». La primera persona es la que más me interesa lograr en la escritura.

 -¿Cómo fue tu primer acercamiento a un taller de escritura?

 -Fue a través de un amigo, que ahora es director de cine y en ese momento era alumno de Abelardo Castillo. Él tenía una empresa de electricidad. Yo tenía 33 años, y lo único que escribía era un diario personal. Yo estaba hecho mierda, pero nunca perdía el sentido del humor, era una persona muy alegre. Un día escribí un cuento y se lo dí a él. Lo leyó y me dijo: «vos tenés que ir a un taller literario, vos tenés talento. Yo te pago un taller con Abelardo Castillo. Yo le hablo”. Habló con él y estuve ahí un año y medio. Estaba en muchos quilombos en esa época, entonces me derivó al taller de Liliana Heker. Y me encantó. Durante cuatro años, todos los martes, Liliana preguntaba «aparte de Pablo, ¿quién trajo para leer?» A veces algunos no llevaban nada y leía las tres horas yo. Siempre llevé algo. Desde que empecé a escribir, no paré. Empecé con ese cuento tímido sobre una experiencia que me había pasado. Es el primer cuento que escribí, que está en Cuando lo peor haya pasado. Es un cuento que yo corregí bastante, se llama Luces de Colores. Levantan a un pibe  de la calle, voy a la comisaría, me quiero hacer el vivo y casi me meten en cana a mí. El pibe era mi sobrino y no me reconoció porque se asustó. Escribí esa crónica medio cuento y se la di a este hombre. Él se la dio a Abelardo Castillo y estuve un año y medio ahí.

-¿Y en el taller de Liliana Heker?

En lo de Liliana (Heker)… estuve internado un año por drogas en una fundación en Márquez y Panamericana, y me iba con un gitano en colectivo -en el 60, dos horas de viaje tenía- todos los martes a su taller. Pobre Liliana, parece que el gitano le manoteaba un par de cosas; las dejaba en la fundación y yo se las devolvía. Una vez le dije, «Liliana, no lo puede evitar, ¿lo dejás que se lleve algo y yo después te lo devuelvo?». «Sí, no hay problema», me decía. Lo dejaban en un cuartito aparte con un montón de boludeces y él se llevaba algunas. Era como un perro en una carnicería al que le piden que no muerda nada. Ahí te das cuenta del tesoro que es Liliana (Heker). Ella me agarró a mí y me dijo -como está escrito en La ley de la ferocidad– «puede ser que seas fundamental para la literatura, pero la literatura es fundamental para vos». Por eso es tan importante la motivación. Soy un escritor que alienta a que escriban, no que desalienta. Lo que querría decir es: «a vos también te puede pasar». No importa que sea a los 30 o a los 40 años. «Ay, yo escribo desde los 16 años». ¿Y? Yo escribo desde los 33 y llevo nueve libros. Qué se yo… a cada uno le llega cuando le llega. Es todo muy capitalista: cantidad, contenido… y el arte es una respuesta espiritual a cada problema que uno tiene. A una persona que estuvo en la calle, como yo, desde los 12 años, que estuvo en la cárcel como estuve yo, que tuvo tres internaciones de un año cada una… el rito de escribir me ordena. El rito es fundamental para mí. Entonces el ateo se inventa que Dios no existe. Y yo me invento que Dios existe. Todos inventos, ninguno es más inteligente que el otro.

-¿Influencia el psicoanálisis en tu literatura?

 Sí, yo soy muy lacaniano, pero no lo tomo como un libro sagrado. No digo «‘amar es dar lo que no se tiene a alguien que no es’, dice Lacan». ¡Buenísimo! Pero cuando alguien que amo me deja, me quiero matar. Está muy buena la definición de Lacan, pero sabés cómo extraño a la persona que amo… sabés como lloro cuando no la tengo… sabés cómo cambiaría toda mi carrera y toda mi vida por una tarde más con mi hermanita. Y no puedo. Está muy linda la definición de Lacan del amor ¿Y? No me como toda la torta. La corto y veo qué hay en el medio. Y si hay alguna cáscara de nuez, la saco, porque me voy a romper la boca sino. Lacan era el menos lacaniano de todos. Es un tipo que puso patas para arriba a Freud y que querría que pongan patas para arriba a Lacan. La herramienta mía es el lenguaje para escribir. Sin embargo, yo quiero llegar a una gramática del personaje. El habla es uso en la lengua y la escritura es un sistema. El sistema que yo uso es el sistema español (sujeto, predicado y todo lo que vos quieras), pero, por ejemplo, en En cinco minutos levántate María rescato una palabra que llene de angustia y que se proyecte, que es la palabra “será”. María termina los párrafos diciendo será. El tiempo verbal es futuro imperfecto. El futuro imperfecto está desterrado del habla coloquial. Vos no decís «mañana comeré ravioles», decís «mañana voy a comer ravioles». Es algo artificial. En portugués dicen sei lá. Significa «veremos». Literalmente es «será allá», pero, como dice Emerson: «los idiomas están hechos de metáforas fósiles». Olvidamos la metáfora, la fosilizamos para comunicarnos. Hay personas que deconstruyen todo y que para todo usan la palabra deconstruir. Vos les pedís un vaso de agua y te contestan «No, te traigo un vaso de vidrio con agua». Dan ganas de responder «Bueno, traeme el vaso y después me decís toda la mierda esa que tenés en la cabeza».

 -Planteás una postura antiacadémica,  un corrimiento total de lo que son los valores académicos o de las buenas formas.

 Sí, pero yo leí eh. Te hablo de Emerson, te hablo de Lacan… Yo no digo ser antiacadémico, pero no soporto tener patrón. Y veo al profesor como un patrón, como alguien que ejerce el poder sobre sus alumnos.

 -¿Y cómo es un taller de escritura sin patrón?

 Yo armo un círculo y soy un coordinador. No están todos mirándome a mí. Eso lo tomé de Alcohólicos Anónimos. Uno lee y luego todos critican. Y yo en silencio, yo respeto la crítica. Es cierto que hay una jerarquía, porque yo soy el escritor y hay gente que paga porque viene a buscar algo. Por supuesto que hay un poder que ejerzo, pero es el de la admiración, en todo caso. Los que vienen a mi casa me eligieron a mí después de leerme y decir «quiero ver si puedo pescar algo de este tipo». Y yo me muestro en mi casa como soy. No me muestro enterito, no pongo apellido en un pizarrón y digo «Buenos días». Ni en pedo, estoy en mi casa. Se puede ver mi debilidad. Vas a mi baño, ves el inodoro en donde cago, me decís «uy, te falta papel…». En mi concepción del taller, yo me bajo del pedestal. No sigo ningún programa, cada uno trae el propio.

 -¿Sentís que estás en un gran momento como escritor?

 Estoy en mi mejor momento como escritor. Siento que empiezo a escribir ahora. Todo lo demás fue carreteo. Carretié. Esperen a la novela. No saben lo que es la escritura, es demencial: una estructura en espiral. Con La ley (…) empecé a despegar, con María (…) seguí despegando, pero con ésta estoy volando. Lo que se viene ahora va a ser lo mejor de mi escritura.

 -Siempre cinco palabras en tus títulos …

 Sí, porque con los libros de cinco palabras siempre me fue bien. La vez que usé tres, en Lo pasado pisado, me fue mal. Me fue como el orto, creo que vendí 15 ejemplares y regalé todos los demás. Un tipo me dijo «tu libro está en la calle, lo tiré». Creo que mis títulos son lindos, soy titulero. Sacar semejante novela ahora… este es un año medio perdido. Ojalá afloje todo un poco porque va a haber una crisis poderosísima. No es inteligente sacarla este año. Con Alfaguara tengo que tener contrato, en noviembre lo mando, en diciembre se decide y en marzo sí o sí está en la calle. La novela se titula «Desde esta noche tan oscura». Es lindo el título, creo yo. Tiene que ver con la muerte de mi hermanita, Verónica. En Amor No Roma Mi Amor le prometo el libro. En un poema le digo que mi mejor libro va a llevar su nombre. Y es mi mejor libro.

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