miércoles 24 abril, 2024

EL FETICHE DE LOS DATOS GUBERNAMENTALES

En los últimos años, los países de todo el mundo entraron en una competencia para ver quién expone mayor cantidad de información pública en portales abiertos con el fin de aumentar la transparencia democrática y combatir la corrupción. Así, se puede acceder a información sobre los sueldos de los funcionarios gubernamentales hasta el destino de los fondos públicos. Pero, ¿tienen los Estados la capacidad operativa para leer esa inmensa cantidad de datos?, ¿Quiénes se benefician con los datos abiertos gubernamentales?

Por: Mercedes Larosa | Ilustración: Fixiones

El devenir de la historia nos demostró que las promesas de la Ilustración quedaron en un mero decálogo de lindas palabras que nunca se lograron concretar. Ahora nuestra contemporaneidad nos ofrece una nueva promesa: lograr la transparencia de la gestión pública a través de los datos de gobierno abiertos. No vamos a discutir el mundo de posibilidades que permiten los Datos Gubernamentales Abiertos, pero vamos a prender una luz amarilla y a preguntarnos quiénes son capaces hoy de procesar esa masa gigantesca de información. ¿Los gobiernos abiertos ayudan a generar mayor participación ciudadana y evitar los hechos de corrupción? ¿O esto es tan solo una consecuencia de un objetivo primario que es alimentar a los grandes conglomerados tecnológicos que digitan gran parte de nuestra vida y que van por más?

El futuro llegó hace rato. La bola de cristal que predice el porvenir dejó de ser una mera representación ficticia -propia de las películas de Hollywood- para convertirse en una posibilidad real con Big Data: la promesa de que todo puede ser predecible. La magia de la combinación de los datos masivos articulada con inteligencia artificial ya ha dado muestras suficientes para pensar que podemos prever el comportamiento de las personas e influir en él directa o indirectamente. Pero para poder ser buenas brujas necesitamos tener materia prima, es decir, datos abiertos (open data, en inglés) que estén accesibles y sin restricciones para procesarlos. No es casual que en este contexto se pregone y promueva que los gobiernos publiquen la información de gestión de carácter abierto y para que pueda ser reutilizable por terceros. Naciones Unidas describe nuestro presente como una “revolución de los datos”, caracterizada por una explosión en el volumen, en la velocidad a la que se genera y se disemina la información, y en las diversas fuentes y dispositivos que se encuentran disponibles. Así, plantea a los gobiernos el desafío de convertirse en administradores de los datos y propone que se propicien espacios de colaboración donde se habilite la generación de valor y de reutilización de los mismos. Calladitos y sin chistar, los gobiernos crean plataformas para abrir datos públicos en formatos libres y reutilizables, es decir, que puedan ser leídos y procesados por computadoras. 

Argentina no quiso quedarse afuera de la propuesta mundial y en la actualidad nuestro portal oficial cuenta con la publicación de 968 datasets (conjunto de datos). A eso se le suma el trabajo de municipalidades que también abordan la tarea, como la Ciudad de Buenos Aires y la municipalidad de Bahía Blanca, pioneras en la materia. En suma, el 27 y 28 de septiembre de 2018, bajo el lema “El futuro es abierto”, se realizó en Argentina la 5º Conferencia Internacional de Datos Abiertos con la presencia de representantes de 76 países y 20 gobiernos subnacionales. Durante el evento, se eligió al gobierno argentino para ejercer la vicepresidencia de la organización global cuyos objetivos son potenciar el uso de Open Government Data a nivel local, regional y mundial, la lucha contra la corrupción y la promoción de la transparencia. Esta misma actividad se realizó en 2010 y 2012 en Estados Unidos, 2015 en Canadá y 2016 en España; en 2018 fue la primera conferencia que se realizó en América Latina. 

Esa misma semana, Adobe, SAP y Microsoft se unieron con el fin de reinventar la gestión de la experiencia de sus clientes, conectando datos entre sus organizaciones para brindar servicios inteligentes que ofrezcan experiencias en tiempo real: lanzaron Open Data Initiative. Google no se quiso quedar atrás: lanzó el 5 de septiembre de 2018 el motor de búsqueda  de datos abiertos denominado Dataset Search y declaró que el producto estaba dirigido a científicos y periodistas de datos. Ambas iniciativas despiertan dos sensaciones. Por un lado, pueden ayudar a simplificar la búsqueda de datos abiertos, conectando a distintos repositorios, bibliotecas digitales, revistas y catálogos de datos de las administraciones y agencias gubernamentales para facilitar al usuario final la búsqueda de datos abiertos en un mismo sitio. Por otro lado, representa un lugar único de acceso a todos los datos abiertos, una especie de edén gratis pero privado y monopolizado por dos de las empresas más grandes del mundo que tendrán acceso a toda la información y los datos que ese punto único. 

Estas iniciativas no surgieron de un día para el otro, sino que los grandes conglomerados tecnológicos vienen comprobando empíricamente la importancia de poseer la información y hacer uso de la misma. Así, cada vez que realizamos una búsqueda, ese dato es utilizado por las empresas para segmentar la publicidad y direccionar las ofertas para seducir nuevos clientes. Cada uno de nosotros puede comprobarlo de forma sencilla: si buscan un pasaje de avión a Río de Janeiro, es sumamente probable que sus redes sociales sean invadidas -casi al instante- de publicidades de alojamiento, pasajes, excursiones del mismo destino que habían buscado. “La información es poder”, fue una idea esbozada por el filósofo Thomas Hobbes en el Leviatán y hoy podemos decir que se abre una batalla para determinar quién tiene mayor capacidad para poder extraer valor de la inmensa masa de información que se publica. 

No todo está perdido. Si bien, nos realizamos varios interrogantes sobre los alcances que esto podría llegar a tener en un corto plazo, eso no implica que neguemos que la publicación de datos abiertos gubernamentales también posibilitan un mundo de luces de diferentes colores. Gracias a ellos Google Maps, Waze, Moovit y TransitApp tienen acceso a la ubicación en tiempo real de los transportes, bicicletas públicas, cámaras de control vehicular que facilitan nuestros traslados diarios. También, la empresa del rubro de la construcción Acindar -compañía siderúrgica productora de aceros largos que abastece a los sectores de la construcción civil, petróleo, energía, automotriz, agro e industria- utilizaron los datasets de obras registradas e iniciadas y de obras públicas para dimensionar la estructura del mercado de vivienda tanto residencial como no residencial y entender qué se construye, cómo y cuánto en la Ciudad de Buenos Aires, para mejorar su planificación y realizar estimaciones de su producción de acero. Properati es una plataforma de inmuebles con presencia en la Argentina, Colombia, Perú, Ecuador y Uruguay. Consume datos como usos del suelo, escuelas, espacios verdes y hospitales como insumos para proyectar la actividad comercial y residencial. Esta información termina mejorando la experiencia de los usuarios, ayudándoles a tomar mejores decisiones sobre sus posibles inversiones en los barrios o propiedades de la ciudad. 

El periodismo también sabe nutrirse de estos. El Diario La Nación es uno de los medios periodísticos pioneros en el desarrollo de un blog que propone registrar, compartir, explorar y construir contenidos, investigaciones y visualizaciones apoyado en bases de datos. Pero más allá de los beneficios que se extraen de los datos gubernamentales abiertos, tenemos que poner el foco en un análisis macro que nos permita dimensionar los alcances que estas iniciativas pueden alcanzar.

 

La religión de los datos

El dataísmo –una nueva religión– esboza que si Dios es producto de la imaginación humana, podemos también decir que la imaginación humana es, a su vez, producto de algoritmos bioquímicos. Eduardo Poggi, docente de la Maestría en Data Mining de la Universidad de Buenos Aires, habla de “la religión de los datos” refiriéndose a como el dataísmo hace que la barrera entre la naturaleza y las máquinas se desplome, permitiendo que los algoritmos electrónicos acaben por descifrar los algoritmos bioquímicos y hasta incluso los superen. Así se predica la alianza entre la biología y la tecnología: el posthumanismo más radical donde los datos se presentan como el santo grial científico; una única teoría global que unifique todas las disciplinas científicas, desde la biología hasta la economía. Según el dataísmo, la Quinta Sinfonía de Beethoven, la burbuja de la Bolsa de Wall Street y el virus del Coranavirus no son sino tres pautas de flujo de datos que pueden analizarse utilizando los mismos conceptos y herramientas básicas. Esto es peligroso debido a que todas las ramas del saber confluyen en un único saber científico.

Como en toda religión, no faltan misterios. En este caso no podemos hablar sobre qué pasa después de la muerte, sino más bien de dónde proceden los datos, cuál es su origen. Así como el cristianismo no puede explicar con certeza cuál es el plan de Dios, el dataísmo afirma que el cerebro humano no puede comprender los nuevos algoritmos maestros. En la actualidad, la mayoría de los algoritmos los escriben piratas informáticos humanos; pero los importantes de verdad, como el algoritmo de búsqueda de Google, los desarrollan equipos enormes. Cada miembro del equipo entiende solo una parte del rompecabezas, y nadie entiende en verdad el algoritmo en su totalidad.

Si la premisa principal del dataísmo es el flujo de datos y la defensa de la libertad como su principal fundamento, estamos ante la presencia de un potencial peligro porque no se promulga la libertad del ser humano para recibir información y hacer uso de la misma, sino para que los datos sean liberados y publicados. En este sentido, el historiador israelí Yuval Noah, en su libro “Homo Deus. Breve historia del mañana”, advierte cómo las grandes corporaciones que se alimentan de los datos de los usuarios –fundamentalmente Google y Facebook– mantienen en secreto sus algoritmos, algo que debería hacer reflexionar sobre la legitimidad de esa asimetría que se vería amplificada alimentándose de los datos que los propios Estados Gubernamentales publiquen a partir de fomentar gobiernos abiertos.

El mundo se alimenta de datos y al día de la fecha tenemos más datos que capacidad para analizarlos. En el marco de la ola de expansión de Datos Gubernamentales Abiertos, vale la pena preguntarnos por el destino de esa inmensa cantidad de información que ni siquiera los propios Estados tienen la capacidad operativa de procesar. No podemos ser ingenuos y caer en una visión tecnocentrista que piensa a la tecnología como variable independiente: solo un grupo muy selecto del mundo se encuentra en la posibilidad de beneficiarse alimentando a este gran monstruo conformado por datos. Esto no quita que existan y que sean positivos aquellos casos de éxito que resultaron de los gobiernos abiertos. Pero lejos de quedarnos solo con casos aislados, si se piensa desde una visión macro donde todavía no existe una democratización en la posibilidad de procesarlos y que nada nos asegura que la publicación de información tienda a favorecer al “interés común” y no a reproducir las desigualdades existentes en sociedades que están atravesadas por contradictorios intereses y valores.

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