viernes 29 marzo, 2024

CUARENTENA EN 35mm

23 de abril de 2021
Por:  Pilar Molina | Fotos: Películas recomendadas por Deseo de Cine para ver durante la cuarentena

En diálogo con Fixiones el psicoanalista y escritor Juan Jorge Michel Fariña habló sobre la potencia del cine para pensar la pandemia, las subjetividades, y las posibilidades del séptimo arte de “interpelarnos sobre puntos ciegos de nuestra existencia”. “¿Cómo evitar que el aburrimiento y la repetición ocupen nuestro tiempo frente a las pantallas? Es en ese momento cuando entra en escena el campo del pensamiento. Es la tarea que toca a las disciplinas estéticas, las ciencias conjeturales, el amplio campo de la subjetividad”, apuntó.

“¿Cómo distinguir lo trascendente de lo banal? ¿Cómo evitar que el aburrimiento y la repetición ocupen nuestro tiempo frente a las pantallas?”, se pregunta en conversación con Fixiones el psicoanalista, docente, investigador y autor de numerosos libros que articulan ética, cine, psicoanálisis y derechos humanos, Juan Jorge Michel Fariña. El académico coordina, además, el proyecto Deseo de Cine: Ver y pensar películas y series en cuarentena, un proyecto de la Facultad de Psicología (UBA) y la Facultad de Psicología (UNC), con el auspicio de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y de otras prestigiosas instituciones académicas del país y del extranjero. Respecto a la situación actual de aislamiento obligatorio, remarcó la importancia de buscar experiencias que permitan hacer algo con la contingencia a través del arte y acuñó otra pregunta: “¿Puede el cine ayudarnos a convivir mejor con nuestro deseo?”.

 

-Pareciera que la gente cada vez opta más por las series que por las películas. Desde su perspectiva, ¿a qué podría deberse?

La controversia entre el cine y las series viene de larga data. Más que tomar posición en ella, lo interesante es explorar la tensión entre los términos, abordando, por ejemplo, la cuestión del tiempo en el cine. Alain Badiou, seguramente el mayor filósofo francés viviente, dice que hay maneras muy diferentes de mostrar el tiempo. Tenemos el tiempo como construcción, como síntesis, un tiempo “encajonado”, que se relaciona, evidentemente, con el hecho de que el cine es un arte de montaje. Pero nos dice que el cine muestra construcciones temporales completamente distintas a ésta e, incluso, opuestas. Se trata de un tiempo obtenido por estiramiento, como si, estando el espacio inmóvil, fuera el mismo espacio el que se estirara. En parte las series introducen esta tensión, porque la grandeza del espectáculo radica en explorar las posibilidades de la síntesis entre estas dos formas del tiempo. Formas que, por supuesto, ya estaban presentes antes de la proliferación de las series, pero que ahora se tornan imperiosas para el espectador. El tema es muy vasto y atrapante. Otro pensador francés, Gèrard Wajcman, sugiere que la serie americana, por ejemplo, funda una gramática nueva y singular que rompe con las formas del relato propias del cine, la novela o la pintura e instituye un “relato del mundo”, que da cuenta de la época. Si nuestro mundo está cada vez más estructurado “como una serie americana”, tenemos también allí una pista para tratar el contexto actual, en que se desmoronan uno tras otro los ideales del capitalismo. Las series, mucho antes que el cine, vienen dando cuenta de ese estrago.

 

-¿Qué puede aportar el cine a un psicoanalista y a un analizante? ¿Qué aporta el cine a la subjetividad?

Hay un libro muy interesante de Stanley Cavell, un filósofo norteamericano recientemente fallecido, que fue uno de los primeros en introducir el pensamiento de Lacan para abordar el cine de los años 50 en los Estados Unidos. El libro fue traducido al español como ¿Puede el cine ayudarnos a ser mejores? Nosotros hemos propuesto una versión alternativa: “¿Puede el cine ayudarnos a convivir mejor con nuestro deseo?”. ¿Por qué? Porque no se trata de moralizar los efectos del cine, sino de indagar en su capacidad de interpelarnos sobre puntos ciegos de nuestra existencia. Una de las afirmaciones más revulsivas de Wajcman es que el arte moderno, que él localiza como un producto de la crisis de la representación que estalla en occidente a partir de la Shoah, tiene la potencia de hacer ver aquello ante lo que quisiéramos más bien cerrar los ojos. El arte se acercaría de ese modo a una función interpretativa, analítica: mostrar lo que uno se niega a ver. Es en esta dimensión que el cine deviene pasador de lo real. Como escribimos con Eduardo Laso, pasador de un real a lo simbólico a través de lo imaginario, del campo de las imágenes. Podría ser, a la vez, una definición bastante aceptable de la interpretación analítica.

 

-¿Qué lugar ocupa en la industria del cine la problemática actual? ¿Podemos encontrar producciones que bordeen las temáticas de aislamiento por pandemias?

No sólo el aislamiento. Toda la lógica de la pandemia está atravesada por el tratamiento del cine. Las vicisitudes del contagio, la vida en cuarentena, el duro trance de la muerte en soledad, el déficit de rituales funerarios, y, por cierto, los escenarios de post pandemia, fueron y están siendo abordados por el cine. Se acaba de estrenar en Netflix una serie de 17 cortos sobre el aislamiento, a cargo de excelentes directores de todo el mundo. La consigna es que todos estos cortos fueron realizados en las propias condiciones de la que dan cuenta con su cámara. Pero podríamos proponer una galería de películas sobre cada uno de los escenarios anteriores. De hecho, Deseo de Cine ha propuesto un repertorio en esta dirección. Pero cuidado, porque la pandemia no se reduce a sus escenarios periodísticos, sino que tiene su filigrana de grandes temas existenciales. Clásicos como La peste de (Albert) Camus, en la versión de (Luis) Puenzo, o A puertas cerradas, de (Jean-Paul) Sartre, en las varias versiones cinematográficas, muestran en esta coyuntura tan signada por el inmediatismo, su carácter universal.

 

-¿Cree que las plataformas de películas y series apuntan y fomentan un horizonte individualista y solitario? ¿Cómo se puede hacer un buen uso de estas plataformas?

Netflix es la punta de un iceberg cuyo destino no está todavía a la vista. Han desfilado por su programación desde trivialidades hasta perlas, como en su momento el estreno virtual mundial de “Roma”. Nosotros en UBA hemos desarrollado un programa que se llama Netflix Académico, en el cual hemos implementado currículas completas a través de materiales disponibles en la plataforma. De algunas incluso hemos publicado luego un libro sobre la experiencia, como el caso de Black Mirror. Basta ver los dos primeros cortos de esta serie sobre la pandemia que mencionábamos antes, para apreciar que el formato permite vuelos estéticos interesantes. Pero efectivamente, se trata de un arma de doble filo.

Ante la pregunta sobre cuál es el género artístico de mayor alcance mundial, en una conferencia reciente el especialista en multimedios argentino-israelí Yair Dori, sorprendió al auditorio. Dijo que son las novelas y series televisivas, que tienen una audiencia diaria de dos mil millones de personas. Dos mil millones de personas. Un tercio de la humanidad se nutre de este fenómeno mediático, que modela la subjetividad, la moralidad de la época mucho más que las reflexiones de los académicos, que por supuesto siempre llegamos tarde con nuestro modesto pensamiento.

 

-¿Cuál cree que es el lugar que tomó el cine en estos días de aislamiento obligatorio?

El aislamiento obligatorio tiene sus sinsabores, pero también sus gratas sorpresas. Una de ellas es la oportunidad de recrear el acontecimiento del cine, de ver con nuevos ojos los clásicos y las producciones recientes, y hacer de ello una experiencia transformadora en la vida de las personas. Cada día se suman plataformas y proyectos que ofrecen visionado de películas, en lo que entiendo es la mayor y más diversa cartelera online de la historia del cine. Pero allí comienza el desafío: ¿cómo distinguir lo trascendente de lo banal? ¿Cómo evitar que el aburrimiento y la repetición ocupen nuestro tiempo frente a las pantallas? Es en ese momento cuando entra en escena el campo del pensamiento. Es la tarea que toca a las disciplinas estéticas, las ciencias conjeturales, el amplio campo de la subjetividad. Y a nivel institucional las universidades, que tienen una especial responsabilidad frente a la pandemia.

Deseo de cine: ver y pensar películas en cuarentena, el proyecto del que participo en la UBA – integrado además por Lucía Amatriain, Pablo Bronstein, Juan Pablo Duarte, Nazareno Guerra, Carolina Kasimiersky, Paula Mastandrea y Dora Serué. con la coordinación general de Fariña y Mariana Gómez -, es sólo un ejemplo de este tipo de iniciativas.  Tal como lo anunciamos en nuestro sitio web, nuestra labor consiste en ofrecer una antología para el visionado de grandes películas comentadas por los más reconocidos pensadores contemporáneos. Semanalmente se reúne un film y un texto, un director y un analista, en una experiencia que nos permita hacer algo con la contingencia a través del arte. En ello participan docentes, investigadores, becarios de ciencia y técnica. Y por cierto se utilizan las redes académicas ya disponibles, de manera que se suman a la tarea profesionales y artistas que trabajan en estrategias ético-clínicas con películas y series en universidades y centros de investigación de distintas partes del mundo. Una interesante experiencia, a medio camino entre la investigación, la docencia, el desarrollo de tecnologías de comunicación y la extensión universitaria.

 

-¿Podrías asociar este momento histórico con alguna película?

¡Qué compromiso! Hay muchísimas, pero voy a optar por un corto y un film. Ambos clásicos que se pueden ver en una tarde. El primero, una película de 1922 de Buster Keaton que nos fue sugerida por Gustavo Diéguez. Se llama Sherlock Jr. y en ella Keaton es un proyectorista que se duerme y sueña que sale de su cabina de proyección, baja a la sala de cine y se mete en la pantalla. Allí el montaje le juega una mala pasada, porque todo se transforma abrupta e incesantemente: el film va cambiando de escenario una y otra vez y observamos el desconcierto del personaje, que desconoce la película que está viviendo. Como nuestra vida en estos tiempos de pandemia. Viendo este corto, en el que el mayor equilibrista del cine trastabilla, podemos saber algo más sobre nuestras incertidumbres, y, humor mediante, lidiar mejor con ellas. La segunda, El séptimo sello, de Bergman. Ambientada durante el medioevo bajo la peste negra, imagina una partida de ajedrez entre el caballero y la muerte. Todo el film es el tránsito por las movidas interiores proyectadas en un tablero que se revela como el escenario del mundo. Imprescindible para entender mejor el cuidado, la solidaridad y el verdadero acto ante lo imprevisible… Por supuesto, ambas disponibles para su visionado y comentadas en https://www.deseodecine.org/.

 

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