sábado 20 abril, 2024

AL DESAMPARO DE LA TV

Fixiones entrevistó a la joven escritora Florencia Gómez García sobre su primera novela, Chau chau chau, un relato con humor y sensibilidad sobre las peripecias de una adolescente que gana un concurso televisivo. “Había algo que una vez me dijo una amiga que siempre me resonaba: que ella había aprendido más viendo tele que en la escuela”, dijo la autora.

Por: Luciano De Angelis  |  Foto: Melisa Molina

 

A finales de 2001 una adolescente que vive con su madre en un departamento en Flores manda una carta con tres tapitas de yogurt al programa más visto de la televisión argentina para participar en un concurso. Por un rato la suerte se pone de su lado: su sobre es el elegido, el conductor más famoso del país las llama por teléfono y en una escena tan dramáticamente sorpresiva como llena de humor, le meten un gol al arquero invencible, “el Chila”, y se ganan un departamento amueblado en Puerto Madero. Con ese disparador arranca Chau Chau Chau, la primera novela y publicación oficial de Florencia Gómez García, una nueva voz que aparece en la escena literaria logrando narrar de forma original, con humor y transparencia, escenas que pueden ser cotidianas (y no tanto) en la vida de una piba porteña y su entorno.

“Entre lo que mandé a la convocatoria de la Bienal y lo que se publicó hubo muchos cambios. Envié más o menos 15 páginas, incluso menos que el porcentaje que me pedían”, explicó la escritora en conversación con Fixiones. Es que su trabajo fue seleccionado por el jurado de la Bienal Arte Joven Buenos Aires, Convocatoria Novela 2019 y luego publicado por la editorial Conejos en septiembre pasado. Florencia contó que cuando decidió participar solo tenía capítulos sueltos, sin un hilo conductor, que venía trabajando desde 2016 en los talleres literarios de la escritora Selva Almada. “Lo primero que tuve fue la voz, el tono de la narradora. Eran como fragmentos separados, escenas a las que solo las unía esa voz”.

Una vez que su trabajo fue seleccionado, Gómez García participó entre febrero y mayo de 2019 en una clínica de escritura a cargo del escritor Hernán Ronsino, donde trabajó junto con otros compañeros y compañeras que habían quedado seleccionados. Lo que hasta ese momento eran piezas sueltas con una voz fresca y con desparpajo para narrar, comenzó a transformarse en una historia. “En ese espacio trabajé lo que terminó siendo la columna vertebral de la novela: el espacio del departamento, la televisión, los encuentros con el productor del programa. Fue importante encontrar esa línea”, comentó la escritora.

Escribir en un espacio colectivo junto al resto de los y las autoras seleccionados fue una experiencia novedosa para ella. “Lo que más cambió en la Bienal fueron los plazos. Éramos ocho compañeres que teníamos tres meses para terminar nuestros trabajos. A pesar de que solo iban a publicar a tres, no se sintió un ambiente de competencia, todo lo contrario. Fue muy lindo y muy intenso”, recordó y continuó: “Antes tardaba mucho en escribir, pasaban semanas y no había escrito nada. En la Bienal fui encontrando un método. Me di cuenta que había que escribir y de última después editar y borrar, como que no era tan grave”.

Además de este primer paso en la literatura, Florencia Gómez García estudió en la Universidad del Cine y trabaja como montajista cinematográfica. “Mi materia prima en el trabajo son las imágenes. Por eso creo que me fue mucho más fácil pensar inicialmente en imágenes que después las podía traducir a palabras”, reflexionó. La escritora manifestó que este procedimiento fue importante a la hora de ir construyendo los personajes del relato: “Me interesaba evitar lo descriptivo, lograr que las acciones de los personajes hablen más de ellos que lo que la voz de la narradora podía decir de ellos”. En esa misma línea, Florencia señaló que quiso trabajar con un tono sencillo, donde los personajes y la narradora hablaran con cierta inocencia, simpleza, sin lugar a las dobles lecturas. “También fue un poco una decisión pensar que si en la realidad tenemos relaciones tan hegemónicas, que se nos dan más por la proximidad, intentar que en la novela haya vínculos diferentes, que se den más por empatía. Algo que se ve en el libro en esa cofradía entre las tres mujeres, esa relación medio azarosa que me gustaba pensar y poder desarrollar entre la madre, la hija y Elsa, la dueña del departamento donde viven en Flores, que en lugar de desalojarlas se queda a vivir con ellas”.

“Era y soy muy fana de la tele argentina”, confesó la escritora. En la novela no solo hace una referencia ficcional al programa de Marcelo Tinelli, sino que juega con ingenio sobre una relación entre los personajes y el mundo de lo mediático, algo cotidiano que Florencia logra trabajar con descaro y gracia: “Calladas y quietas, nos quedamos dormidas viendo una receta de budín de pan en la trasnoche de Utilísima”, cuenta la voz de la narradora sobre el final de una noche de joda que terminó de forma inesperada. “Había algo que una vez me dijo una amiga que siempre me resonaba: que ella había aprendido más viendo tele que en la escuela. Y eso me hizo recordar a la tele como una compañía, como una niñera. Y quería que eso estuviera en la novela”, indicó Florencia.

“Siempre quise escribir algo que tenga humor. Es lo que más consumo y me parece que tiene una potencia mucho más interesante y particular”. La escritora es consciente de que esa construcción no fue sencilla: “Por default a veces es más fácil caer en la solemnidad, en esa tradición de lecturas que son más serias”, aclaró. En Chau Chau Chau apostó a lograr un contraste entre esa gracia que recorre toda la obra y ciertas escenas más sobrias, que según cree tienen una fuerza mucho mayor cuando aparecen después de una serie de imágenes más humorísticas. “También quise trabajar lo ridículo, lo absurdo. Me parecía que estaba bueno llevar al borde situaciones como una madre deprimida que se pone a llorar en medio de una cena con su hija”, expresó la novelista.

En un capítulo la protagonista y su madre van directo al canal de televisión a hablar con los productores para reclamar el departamento que nunca llega. En el siguiente la misma piba juega al Handball con sus compañeras de colegio en Henderson y se comen una paliza deportiva pero se hacen amigas de las rivales, “Las gordas”. “Me interesaba mostrar esa cuestión adolescente de que en un momento algo es re importante y después te chupa un huevo. Esa ansiedad con la que se vive, esa liviandad con la que lo que es la promesa de tu vida, de repente ya no”, explicó la autora sobre cómo logró ir haciendo mover a la novela entre fragmentos con clara referencia a la promesa del gran premio que no llega y hace de hilo conductor, y las demás escenas que quiso ir desarrollando a lo largo del libro, donde los personajes siguen con su vida como si nada.

La historia transcurre en los últimos meses del 2001, en un país en plena crisis socioeconómica, pero donde el tiempo hace lo inevitable: seguir corriendo. “Me gustaba que exista un contexto muy marcado, pero sin tener que hablar todo el tiempo de eso. Hay mucha literatura que ya describe esa época muy bien y trabajé con eso”, señaló Florencia, que logró hacer convivir una mirada aguda sobre ese momento histórico con otras cuestiones como el humor y lo absurdo. La autora aseguró que si bien cuando comenzó a escribir ese tiempo le era lejano, la actual crisis le puso más a mano todas esas imágenes. “De repente veía la represión a los jubilados de 2017 o me encontré en situaciones de tener que salir corriendo en algunas marchas y me di cuenta que no tenía que recurrir tanto a la memoria para escribir, porque era un panorama similar”.

En su primera experiencia, la escritora sintió que lo más complicado fue saber cuándo la obra estaba lista. “Nunca nadie te va a decir que algo está terminado. Es buscar y decidir, nadie lo va a trabajar por vos. Manejar esa ansiedad fue difícil”. Al mismo tiempo reconoció la satisfacción de adentrarse en otro ambiente. “Lo novedoso tiene un gusto muy lindo. Por ejemplo, descubrir que hay un editor que te corrige las faltas de ortografía, o que trabaja con vos los textos”, dijo y agregó: “Publicar me generó una adrenalina que está buena, parecida a aprobar un final y sentir que podés dar otros. Logré desdramatizar, entender que puede salir bien o no y no pasa nada”. Esto la llevó Florencia a seguir buscando desarrollar esa voz propia, a retomar proyectos que tenía trabados, y confesó que está escribiendo una nueva novela corta, también en un tono de mucho humor. “Quiero terminarla, si se puede publicar bien y si no, no pasa nada. Ya publiqué algo y me puedo retirar contenta”.

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